Por Víctor Hernández
Antes de nada, quería hacer un pequeño repaso de lo que, depurado de toda la actualidad, significa el sindicalismo. La agrupación efectiva y formal de trabajadores ligados por un interés de trabajo común (una misma empresa o un mismo sector), a fin de potenciar o defender colectivamente sus intereses laborales, es el sindicato. Este elemento social ha existido históricamente bajo diversas denominaciones pero siempre cumpliendo, en mayor o menor medida, con esta definición. El sindicato podrá:
- a) Encontrarse en una situación de desequilibrio cuando su existencia sea ineficaz (situación de abuso empresarial, desamparo, falta de derechos).
- b) Sostener una posición abusiva cuando actúe fuera del sentido común económico (privilegios, no derechos, abuso de la estructura empresarial, desinterés por los rendimientos de la sociedad)
- c) Estar en una situación equilibrada de participación y derechos en su marco laboral y social. (respeto auténtico, capacidad de diálogo en pie de igual real, no sólo formal, protección integral del trabajador, beneficios justos y equivalentes, vertebración social, familiar etc.)
Por cierto, y sólo como apunte, este equilibrio es tan posible (a pesar de lo que digan ciertos economistas liberales) que ha existido y ha llegado a ser una realidad en nuestro continente. Tan sólo se aplicaron las medidas y la estructuración económica adecuada, teniendo como referente al Hombre, el Estado que ha construido, y el capital real, personal y directo, en este orden. Resultado del «experimento»: prosperidad, paz, y desarrollo íntegro del ser humano. Creo que la solución ya está apuntada
Volviendo al asunto, el sindicato es evidentemente político porque vive y vertebra, junto con otros elementos (familia, agrupaciones, cofradías, milicia) la «polis», pero su objetivo principal es el mundo laboral antes que la política ideológica. Pues bien, no es ninguna novedad que hoy en día existen «sindicatos» y sindicatos. Los más poderosos y que agrupan mayor número de trabajadores son los únicos que a nivel social tienen capacidad efectiva. Son estructuras burocráticas fuertemente ideologizadas hasta el punto de que son izquierda de «sindicatos» en lugar de sindicatos que, además, son de izquierda. Sus objetivos prioritarios, que son los de sus financiadores y sostenedores (fundamentalmente partidos) son hoy, si acaso alguna vez fueron otros, la presión en asuntos exclusivamente políticos.
Como esto es así, la función sindical está desfigurada por las agrupaciones mayoritarias, lo cual nos lleva a la situación de desequilibrio que hemos expuesto (cambio el interés laboral por el interés sectario = inutilidad del sindicato) y a veces, puede terminar en situaciones de abuso sobre la empresa (si el sindicato impone medidas ideológicas bien conocidas, puede peligrar el funcionamiento racional de la empresa).
Este articulito se publica después de las palabras de desprecio de uno de los dirigentes de estos «sindicatos» mayoritarios, hacia las protestas rurales contra las medidas ilógicas y antisociales, en su lenguaje, de este nuestro Gobierno. Descaradamente una fuerza sindical ha apoyado una medida anti-laboral por defender un Gobierno cuya ideología comparte, y esto es así porque, como hemos dicho, el trabajo ha dejado de ser el objetivo prioritario de estos sindicatos.
Mi propuesta: a parte de disfrutar lo votado o afiliado, desvincúlense todos ya, enseguida y a toda prisa, de estas organizaciones y formen sindicatos basados en el interés del trabajador y la prosperidad común.
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