Por J.M.Bou
Hace poco conocimos la noticia de que el Banco de España da por perdido el 80% de la cuantía de los rescates a la banca, más de 60.000 millones de euros. Para comprender la magnitud del agujero que esto supone en las arcas públicas consideremos que la congelación de las pensiones por parte del gobierno de Zapatero supuso un ahorro de 5.000 millones. Los rescates a la banca han representado el mayor desfalco al bolsillo de los españoles desde que Negrin se llevó el oro del Banco de España a Moscú.
En 2008 Zapatero, consensuadamente con el líder de la oposición y representantes de la banca, anuncia la creación de un fondo de 30.000 millones de euros (ampliable a 50.000 millones) para la compra de activos financieros teóricamente sanos, no tóxicos, con cargo al Erario Público, para garantizar la liquidez del mercado español, lo que supone el primer rescate encubierto a la banca española. Poco después España compromete cien mil millones para garantizar avales bancarios, un segundo rescate encubierto.
En junio de 2009, con Elena Salgado sustituyendo a Solbes como ministra de economía del gobierno de Zapatero se crea el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), un nuevo rescate financiero a la banca más o menos disimulado. El 25 de mayo de 2012 se conoció la cifra completa del rescate necesario para Bankia, 23.500 millones de euros.
Los rescates a los bancos podemos fácilmente considerarlos un gigantesco caso de corrupción milmillonario por el que la deuda privada de unos bancos o cajas de ahorros españoles, con unas entidades alemanas o francesas, se convierten, en virtud de una mágica alquimia política y financiera, en una deuda pública que nos entrampa a todos los españoles y que nuestros nietos seguirán pagando (y con intereses). Ahí encontramos una de las claves de la cuestión. El objetivo de los rescates no era facilitar el crédito a los ciudadanos, sino que los bancos y cajas europeos (especialmente cajas alemanas) que habían prestado dinero a las cajas de ahorros españolas quebradas pudieran cobrar. Se trata, por tanto, de una gigantesca estafa en la que se privatizan los beneficios y se nacionalizan las pérdidas, no ya de nuestros bancos, sino de las entidades extranjeras acreedoras suyas. Un expolio al servicio de la plutocracia internacional. Una traición.
¿Y cuál fue el papel de la Unión Europea en esta estafa? Ha funcionado como salvaguarda de los intereses de Alemania o, tal vez mejor dicho, de la banca alemana, rescatando a países en situación de quiebra, no tanto para mejorar la situación de sus ciudadanos, cada vez más maltratados, sino para que pudieran devolver a los bancos y cajas alemanas el dinero prestado en las épocas de bonanza. Peor aún, no solo se han rescatado a estados, para garantizar la devolución de deuda pública, sino que se han impuesto rescates a la banca, para asegurar que las entidades bancarias del sur de Europa, que debían dinero a otras de los países del norte, especialmente Alemania, pudiesen devolverlo. De ahí que los rescates a la banca que hemos sufrido en países como España no hayan redundado en una ampliación del crédito disponible para familias y empresas: su objeto no era ese, sino satisfacer a los acreedores de los bancos rescatados. El papel de la UE ha sido pues, en gran medida, el de los matones de los usureros en las películas de la mafia, amenazando con palizas a los deudores que no podían hacer frente a sus obligaciones o, en este caso, imponiéndoles políticas antisociales para garantizar el cobro a la banca internacional.
PSOE y PP por igual perpetraron estos rescates que, como vemos, suponen auténticos robos puros y duros para evitar el hundimiento de los bancos y cajas alemanes y franceses acreedores de los bancos españoles quebrados. En lugar de rescatar a los depositantes y ahorradores, lo que se hubiera logrado simplemente liquidando las entidades con pérdidas, se quiso rescatar a la banca internacional a costa de los bolsillos de los contribuyentes españoles, generando una deuda inasumible que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos deberán abonar con intereses, con grave merma de su bienestar y su futuro.
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