Por Víctor Hernández
En otras ocasiones hemos podido señalar la indudable importancia que tiene la educación en la construcción de una sociedad, pero hoy, desde el pesar, toca precisamente hablar de la mala educación. Esta semana hemos tenido muchas noticias relacionadas con el tema, desde el proyecto que proscribe el español de las aulas de varias regiones, hasta la huelga (¿?) por la Educación Sexual Inclusiva que al parecer, hoy se habría secundado en algunas facultades e institutos, aunque a la vista del mutismo de los telediarios más afines, la respuesta habrá sido ínfima (el sistema no muestra debilidades).
Pero como ya sabrán muchos, el proyecto de educación del gobierno de Navarra, llamado Skolae en una mezcla extraña de latinismo y kitsch «anarka», se lleva la palma por descarado y violento. La idea de que el Estado debe ser el iniciador sexual del niño va mucho más lejos de lo que cualquier totalitarismo haya podido llegar hasta ahora en intromisión de la vida privada, y lo que es más grave, el proyecto habla de edades comprendidas entre los 0 y 6 años. Pero sin olvidar este caso concreto, lo importante es señalar el proceso de imposición de una ética estatal muy lejos del sentir de la mayoría de la sociedad. Quiero insistir en que no deberíamos tratarlo como un asunto de puritanismo sino como una cuestión de auténtica libertad.
Es inaceptable la imposición ideológica y menos cuando llega a estos terrenos, empezando ya a rozar peligrosamente con la monstruosidad. En ese sentido, creo que se hace obligatorio señalar a responsables de la educación, y no me refiero sólo a ministros y gobiernos, sino que hablo de apuntar directamente a los maestros que se prestan a esta locura. Muchos futuros graduados en Magisterio terminarán lobotomizados en su paso por la universidad española con la impagable colaboración de sus profesores y sociólogos. Si le sumamos el imperio social de la izquierda posmoderna de videos virales y falsos librepensadores que sólo repiten las consignas que más interesan al poder, la idiotez de los futuros maestros es una bomba de relojería. Lo más enervante del asunto es que a pesar de ser propuestas educativas claramente totalitarias, se disfrazan precisamente de inclusivas y plurales, y de que su objetivo es el «libre desarrollo de la personalidad» y las visibilidad de opciones diversas, pero no nos engañemos. Tanto por los medios como por los objetivos, estas propuestas sólo buscan una cosa: moldear mentes y personalidades iguales, igualmente tontas, igualmente viciosas, igualmente equivocadas. En resumen, IGUALMENTE ESCLAVAS. Cada niño es un ladrillo del muro, un muro de diversidad multicolor, eso si, pero sin dejar de ser nunca un ladrillo más, exactamente igual al otro, inmóvil en el mismo muro.
Por todo esto, desde el dolor que siento por la muy noble docencia, y precisamente por que la valoro como en parte garante de una sociedad orgánica unida y desarrollada, hoy grito contra la tiranía disfrazada de libertad y felicidad: ¡MAESTROS, DEJAD EN PAZ A LOS NIÑOS!
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