«Ni en Cataluña ni en el resto de España se me ha hecho justicia»
Por Víctor Hernández
Como decíamos anteriormente, los españoles no siempre hemos reconocido a nuestros propios compositores. Para comprender el fenómeno del movimiento nacionalista musical, debemos hablar de quien fue su primer representante, Felip Pedrell.
Felip Pedrell, retratado por Ramón Casas
Catalán nacido en Tortosa en 1841, Pedrell es considerado en realidad por los expertos como el resurgidor de la escuela española en pleno s.XIX. Desde sus primeros años, nuestro compositor muestra preocupación por el estudio del folklore español, llevando a cabo un ingente trabajo de recopilación de danzas y canciones populares. Su vida estará siempre dedicada al estudio y el trabajo musicológico. Pedrell es un convencido romántico y cree en el gran valor que la cultura tradicional puede aportar al panorama sinfónico, por aquel entonces dominado por autores extranjeros. El trabajo de folklorista cristaliza en numerosas composiciones para piano al ejemplo del lied alemán.
Sobre esta sólida formación, el catalán tratará de construir su proyecto de un drama lírico propiamente español, teniendo por referencia al genial compositor alemán Richard Wagner quien además de renovar el lenguaje musical, liberó a la ópera de los excesos y superficialidades burguesas. Fruto de esta preocupación serán las óperas “El último abencerraje” o “Quasimodo” pero sobretodo su trilogía, a imitación del Anillo de los Nibelungos, “Los Pirineos”, historia sobre los antiguos condados catalanes y las tierras del Rosellón en la época de los herejes cántaros.
Fue autor asimismo, como Wagner, de numerosos artículos musicológicos sobre la necesidad de construir un panorama musical español, teorías que influirían en los jóvenes Albéniz y Granados. Su amor por la tradición coral polifónica del Siglo de Oro le llevó a componer numerosas obras sacras además de publicaciones científicas como su “Salterio Sacrohispano”. Al final de su vida, Pedrell se lamentará del tratamiento que ha recibido por parte de cierta crítica: “Ni en Cataluña ni en el resto de España se me ha hecho justicia. Se ha querido rebajarme constantemente diciendo que yo era un gran crítico y un gran historiador pero no un buen compositor”
Nada más lejos de la realidad. En cualquier caso, a su muerte en 1922, era ya reconocido como el artífice de un movimiento histórico-cultural encargado de recuperar unas raíces que, en medio de la industrialización, se obstinaban en seguir vivas en el pueblo. Abierta la senda que él marcó, sus herederos siempre sintieron gratitud infinita por su trabajo.
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