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Terrorismo en Tierra Santa

14/05/2019

Por J.M Bou
La reciente crisis con el lanzamiento de cohetes y bombardeo de represalia entre Israel y Hammas, que ha costado la vida al menos a 22 palestinos y cuatro israelíes, pone de actualidad el eterno conflicto en Tierra Santa. La clave para entender una historia depende muchas veces del momento por el que empiece a contarse. Si comenzamos esta por un atentado de Hamas daremos una impresión. Si la empezamos por un bombardeo de Israel daremos la contraria. Es importante pues, para resultar veraces, que empecemos por el principio.

¿Cómo empieza todo? Algunos lo cifran en mayo de 1948, cuando nace el estado de Israel. Otros un año antes, cuando la ONU aprueba un plan de partición que asignó el 54% de la Palestina del protectorado británico a la comunidad judía (llegada en su mayoría tras la Segunda Guerra Mundial) y el resto, a los palestinos, quedando Jerusalén como enclave internacional. Los hay que van más lejos, a la Segunda Guerra Mundial y la persecución contra los judíos perpetrada por los nazis, sin la que no se explica la predisposición internacional a aceptar las tesis del sionismo. Yo creo que hay que viajar mucho más atrás en el tiempo aún, nada menos que 5000 años, cuando suceden, o son imaginados, los hechos que pasarían a la tradición oral y luego serían escritos en la Biblia. A la época de Abraham.
Según la Biblia, Abraham tuvo dos hijos: Ismael, cuya madre era una concubina y al que su padre abandonó en el desierto, e Isaac, al que estaba dispuesto a sacrificar con sus propias manos por mandato de Dios. De Ismael se supone que descienden los árabes y de Isaac los judíos. Cuando se formó el estado de Israel en la tierra prometida a los segundos en su libro sagrado, bendecido por Occidente, a consecuencia del complejo de culpa generado por la persecución que sufrieron los hebreos durante la Segunda Guerra Mundial, los sionistas debieron pensar que volvían a la casa paterna que les pertenecía por derecho, usurpada hasta entonces por unos bastardos, descendientes de una concubina. Solo así se explica el desprecio con el que desde entonces trataron y siguen tratando a los palestinos, los habitantes naturales de ese territorio. Así, el llanto de un niño abandonado en el desierto hace 5000 años y la soberbia de quienes indujeron a su abandono para no compartir la herencia paterna, pueden ser el origen último, la “génesis”, de las bombas que estos días asolan tierra santa. Una historia sobre el llanto de un niño, que quizás nunca existió, en un desierto lejano, hace 5000 años. Nada menos.
Volviendo a épocas más recientes, esta historia empieza cuando varios grupos terroristas judíos (autodenominados así) comienzan a cometer atentados y masacres. En uno de ellos, perpetrado contra el Hotel Rey David el 22 de julio de 1946, murieron 91 personas, entre ellos el diplomático español Manuel Allendesalazar. El atentado lo cometió el grupo terrorista judío Irgún, cuyo líder Menahem Begin, aparte de cometer un genocidio en Dair Yasin, llegó a primer ministro de Israel y a (atención) Premio Nobel de la Paz. El Irgún fue además una inspiración para ETA. El etarra Madariaga, de hecho, se reunió con Menahem Begin para pedirle ayuda. Parece que excusar las matanzas israelís en el terrorismo palestino, teniendo en cuenta que el primer terrorismo de la zona fue judío, no se sostiene mucho.
Como decíamos, en 1947 la ONU, motivada por la responsabilidad y culpa europea del horror que se contaba contra los judíos en los relatos sobre la 2ª Guerra Mundial, y presionada por el terrorismo sionista, aprobó el plan de partición que asignaba el 54% de la Palestina del mandato británico a la comunidad judía. A principios de 1948 las fuerzas armadas judías clandestinas (decimos judías porque así se autodenominaban, y aún no se había declarado la independencia de Israel) elaboraron el Plan Dalet, uno de cuyos objetivos principales era que la comunidad hebrea se hiciese con el control de la vía que unía Jerusalén con Tel Aviv, una zona que no figuraba como futuro territorio israelí en el plan de partición de la ONU. Así expulsaron a miles de personas y asesinaron a cientos. Ya hubo entonces un plan de limpieza étnica.
Tras la primera guerra entre Israel y los países árabes vecinos, las fuerzas armadas israelíes aprovecharon para ocupar más tierras y expulsar a cientos de miles de palestinos. De ese modo Israel pasó a tener un 78% del territorio (posteriormente, en 1967 Israel ocuparía el 22% restante: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este). Tras la guerra del 48, muchos palestinos desplazados intentaron regresar a sus casas, pero las tropas israelíes se lo impidieron, a pesar de que en diciembre de 1948 Naciones Unidas aprobó la resolución 194, incumplida hasta hoy, confirmada en repetidas ocasiones y ratificada en la resolución 3236 de 1974, que establecía el derecho de los refugiados a regresar a sus hogares o a recibir indemnizaciones. Nótese que incumplir una resolución de la ONU ha sido tomado como excusa para las acciones militares internacionales contra Irak o Afganistán. Lo que para unos es un “casus beli” para otros no origina ni el más elemental derecho a la defensa (derecho que, paradójicamente, sí aducen sus agresores). Solo pudieron permanecer dentro de Israel, en muchos casos como desplazados, unos 150.000 palestinos, el 15% de la población, que en 1952 accedieron a la ciudadanía. Son los llamados árabes israelíes.
Es difícil entender lo que ocurre en Gaza sin considerar que gran parte de los palestinos que viven allí son refugiados, expulsados o descendientes de los expulsados en 1948, que perdieron sus hogares y ahora simplemente no tienen adonde ir, a través de lo que parece ser una auténtica limpieza étnica. Los palestinos de Gaza viven hacinados, castigados y limitados. Israel controla qué productos y personas acceden a la Franja y prohíbe la entrada de materiales fundamentales, incluyendo alimentos o medicinas, practicando un castigo colectivo e irracional. Durante la intifada, además, prohibió, como medida de presión, que se pudiera retirar la basura de sus calles, de modo que generaciones enteras de palestinos crecieron, literalmente, entre desperdicios. Sobre Gaza persiste un bloqueo llevado a cabo por Israel que ha provocado que incluso escaseen los productos energéticos o sanitarios más elementales. Esto explica la desesperación de los palestinos y la popularidad delas tesis radicales de Hamas entre ellos. Suponer que a los palestinos les mueve un odio irracional a Israel obviando esta circunstancia es no querer entender nada. Incluso historiadores israelíes como Ilan Pappé o Benny Morris admiten que se trata de una limpieza étnica en toda regla, llegando a escribir el segundo: “con la suficiente perspectiva resulta evidente que lo que se produjo en Palestina en 1948 fue una suerte de limpieza étnica perpetrada por los judíos en las zonas árabes”.
Para controlar a la población palestina, Israel limita sus movimientos, practica frecuentemente arrestos arbitrarios, impide a los palestinos salir de su localidad o les obliga a esperar horas para hacerlo, produciendo que muchos pierdan su empleo por no poder acceder a sus centros de trabajo, les niega servicios públicos fundamentales, les prohíbe construir viviendas y, de hecho, destruye algunas de sus casas, con la excusa de que no cuentan con permisos de construcción, que se les deniegan de forma sistemática. Esto, en la práctica, supone que los palestinos de la Franja carecen de sanidad, educación, libertad de movimientos, vivienda y seguridad.

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