Ramiro Ledesma Ramos, autor de la frase citada por Santiago Abascal |
Por J.M. Bou
La anécdota sobre la utilización de Abascal de la frase que pronunció Ramiro Ledesma en los años 30, sobre la relación de los ricos con la patria, en la campaña electoral, nos permite reflexionar sobre su sentido, ahora que gracias a esta circunstancia, no solo es conocida en los ambientes patriotas, sino también fuera de ellos, por el gran público. Al margen de cuestiones partidistas, que no vienen al caso, sobre la legitimidad o no del líder de Vox para citar al fundador de las JONS sin mencionarlo (en todo caso, dados los últimos resultados de Vox, parece que el mensaje le ha funcionado bien), la oportunidad para pararnos a pensar sobre el tema es buena y no debemos desaprovecharla.
Ciertamente, como ya comenté en mi libro “Crisis y Estafa”, el dinero no conoce Dios, patria ni moral, y un poder político fuerte, que reivindique su soberanía, es la mejor garantía para las clases medias y bajas de que sus derechos serán respetados frente las élites económicas. En ese sentido, un separatismo basado en la insolidaridad de la clase dirigente de las regiones más ricas sobre las más pobres es esencialmente antisocial y contrario a los intereses de los más desfavorecidos.
Las palabras de Ledesma nos sirven también para poner de manifiesto la trampa del discurso de determinados sectores antinacionales, que fingen rechazar el patriotismo de “las banderas” para abrazar “el patriotismo de la gente”, compatibilizando su extrema tolerancia con los separatistas con un fingido patriotismo focalizado en la defensa de los derechos sociales y los servicios públicos. Personalmente, siempre he sido partidario del patriotismo social, aquel en virtud del cual un patriota no puede estar satisfecho mientras un solo compatriota, especialmente aquellos más vulnerables, no puedan desarrollar su proyecto vital con dignidad, mientras un solo joven, una sola mujer, un solo padre de familia o un solo anciano pasen estrecheces, para que otros se enriquezcan indebidamente a su costa. Quiero decir con eso, que no les falta razón a quienes reprochan a algunos sectores liberales, de patriotismo poco sincero, ondear las banderas para defender los resultados de cuentas de las empresas que cotizan en el IBEX35, o para sustentar ese capitalismo tan particular, que privatiza los beneficios y nacionaliza las perdidas. Tal “patriotismo” de ricos es solo una mentira, que nos avergüenza a los verdaderos patriotas. Lo que ocurre es que esa legítima denuncia no justifica la hispanofobia ni las contradicciones de la parte política contraria.
El ser humano es un animal simbólico. Lo importante de los símbolos, obviamente, no es su significante, sino su significado. Lo relevante de las banderas, por tanto, no es la tela ni de los himnos sus notas musicales, sino lo que simbolizan, lo que representan. Quienes sentimos amor por la bandera nacional o por los demás símbolos españoles, no amamos la tela ni la composición de colores, o las notas musicales, amamos a España, su historia y sus gentes. De igual modo, quienes la odian, desprecian o ignoran tampoco lo hacen por motivos estéticos, sino por otros más profundos, arraigados en su psique, tras una continua campaña de auto-odio y auto-desprecio, desde los tiempos en que los enemigos ancestrales de España urdieron la leyenda negra sobre su historia.
Quienes rechazan la bandera de España y la tiñen de morado, quienes llaman al himno “cutre pachanga fachosa”, quienes ocultan su escudo o no se atreven ni a pronunciar su nombre, quienes dan pábulo a la leyenda negra y consideran su historia “equivocada”, quienes compadrean con los separatistas y colaboran con ellos en la difamación y vergüenza de su patria, no odian “las banderas”, odian a España, y quienes odian a una patria no pueden aspirar a gobernarla, salvo para hundirla.
No sé cómo encaja en ese discurso de “la patria de la gente y no de las banderas”, que a un niño del condado de Treviño no lo atiendan en un hospital vasco por ser de una Comunidad Autónoma distinta, que hayan 17 tarjetas sanitarias y 17 sistemas educativos diferentes en un mismo país, que una eminencia médica tenga que abandonar un hospital mallorquín por no hablar en catalán (que por cierto no es la lengua de los baleares) o que una turba de indeseables exija al director de un hospital catalán despedir a una doctora por hablarles en castellano, ni cómo encaja que se utilice esa educación pública de la que presumen para inculcar un relato histórico absolutamente falsario, que difama a nuestros antepasados y nos induce una vergüenza injustificada frente a los vencedores de la modernidad, los creadores del capitalismo más salvaje e insolidario y los autores de los verdaderos genocidios contra los indígenas en sus colonias.
El problema territorial afecta a los derechos más básicos de los españoles, incluyendo la sanidad y la educación. Con su extremada tolerancia al separatismo, los sectores antinacionales no solo perjudican la causa de la unidad de España, sino que, dado que el separatismo antiespañol está comandado por la burguesía más clasista, insolidaria y reaccionaria de toda Europa, la que presume de no querer que con sus impuestos se ayude a las regiones menos ricas de España, traicionan también la causa de los pobres, de los desfavorecidos, de los trabajadores y de las clases bajas.
Al final el patriotismo español será social o no será, y de igual modo, la justicia social, la traeremos los patriotas o no la traerá nadie. Porque, como dijo Ramiro Ledesma y ha recordado recientemente Abascal, solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria.
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