Una de las críticas más acertadas al liberalismo primitivo que nacía en los E.E.U.U., fue señalar que la libertad pregonada por los ilustrados se trataba de una libertad formal, la cual solamente podía gozarse plenamente en un contexto y nivel económico determinados. Las libertades enumeradas (y tasadas) en las sucesivas Declaraciones de Derechos no eran sino papel mojado ya que, ¿de qué sirve la libertad de expresión si no tengo un sueldo digno con el que sostenerme y divulgar el pensamiento? ¿De qué sirve la libertad de imprenta si los medios de comunicación son propiedad de un duopolio?
En ese sentido, centrar el debate en los derechos consagrados por la burguesía liberal, la única que podía participar efectivamente de ellos, distraía al resto de clases y elementos sociales del auténtico debate, de lo que de verdad importa.
Actualmente la distracción de las masas en conflictos bastardos generados por el mismo poder económico, sigue enfrentando a los pueblos en una guerra civil eterna. Lo que se llama marxismo cultural se ha demostrado como una fuente inagotable de conflictos sociales y una buena herramienta de control de masas. En realidad, lo que tiene de marxismo, que no es poco, es la dialéctica materialista de clases (ahora razas, géneros, especies etc.) y el hecho de que sus principales valedores son los izquierdistas herederos del comunismo. Pero no es más cierto, que estos movimientos están esencialmente basados en el ideal emancipatorio del liberalismo y que, a la postre, no cuestionan las estructuras del mercado o el sistema político.
El afán por liberarse de las circunstancias ya sean culturales, físicas o de raigambre, a la búsqueda de una entelequia llamada individuo autónomo y soberano, es el fin último del liberalismo ideológico. En resumidas cuentas, el objetivo final de estos movimientos extravagantes es la realización sin tapujos o anclajes morales de la mera voluntad del deseo, sea racional o no. Ésta es su idea de la libertad.
Las causas posmodernas ignoran la cuestión del trabajo, aborrecen las necesidades de las familias, no saben que es la precariedad económica ni buscan mejorar la vida material de sus conciudadanos. Por eso sostenemos que estas doctrinas falsas distraen a muchos de lo que de verdad importa. No podemos aceptar que se esté vendiendo dignidad por autosatisfacción idiota. No podemos entender que sea más preocupante enseñar un pezón en Instagram que el precio de los alquileres. No se puede tolerar en modo alguno que se destinen ingentes cantidades de dinero a la «protección y bienestar animal”, pasando por aberrantes prohibiciones, antes de que ese dinero se destine a ayudas a la dependencia de nuestros semejantes.
No es que me ponga socialista, porque no lo soy, pero ahora mismo, la escucha del pueblo y de sus necesidades, debería centrarnos a todos y sobre todo, no pretendamos dar soluciones económicas preconcebidas sin conocer que preocupa al hombre de a pie. Nuestro camino ahora pasa por demostrar la vacuidad de los venenos que distraen a las masas. Así se sacude el yugo y se encuentra la libertad verdadera, la justicia social y el avance material.
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