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La cuestión cultural

05/12/2018

Por Aitor HL

Desde el Mayo del 68, y potenciado aun más con la caída del muro de Berlín en el 89 y la posterior disolución de la URSS en 1991, la izquierda (únicamente la occidental), se ha emperrado en hacerle frente a la derecha dentro del campo de la guerra cultural.

¿Cuál es el problema? Que lo que la izquierda dice defender como «contra-cultura» es defendido solo por minorías de población, completamente heterogéneas, divididas en pequeñas parcelas y que suelen ser defendidas a ultranza más o menos por clases medias urbanas y altas. Además, no debemos olvidar de que esta «contra-cultura», ha sido muy bien absorbida y financiada por el mismo capitalismo para atomizar a la sociedad y promover un individualismo nihilista, que está perfectamente aliado con una sociedad de consumo. Los componentes perfectos para un capitalismo global. De esta alianza del capitalismo con la neo-izquierda, ya nos lo avisaron marxistas como el director de cine italiano, Pier Paolo Passolini o el sociologo francés Michel-Clouscard.

Mientras tanto, los valores culturales que defiende mayoritariamente la derecha, constituyen a la cultura mayoritaria del pueblo. Valores culturales, tradicionales e históricos muy bien arraigados en el lugar de donde se mueven. Cultura mayoritaria que corresponde a casi toda la población, mucho más homogénea y cohesionada.

Por eso, aunque en lo económico, la izquierda tiene más la razón, se pierde completamente cuando obvia la cultura tradicional del pueblo, que es asumida en su mayoría por la derecha, haciendo que muchos en defensa de su identidad nacional o cultural, voten por opciones derechistas que haciendo bandera de esa exaltación cultural, luego venderán la patria al capital.

Solo cuando la izquierda se ha acercado a la cultura del pueblo, disputándole esa hegemonía a la derecha, desde los regímenes comunistas hasta llegar a partidos socialdemócratas occidentales, han podido conseguir mayor aceptación y mayores avances políticos y sociales por parte de la población. No olvidemos también que el capitalismo global, con su liberalismo cultural (para los derechistas, marxismo cultural), viene a desmantelar las naciones, a acabar con nuestras tradiciones para imponernos una sub-cultural artificial y consumista. Un pueblo dividido, sin identidad firme en ningún sentido y totalmente líquido, es más fácil para manipular por el sistema capitalista. Tomen nota en esto con el tema de Vox porque se juegan las mismas cartas, y la izquierda, encerrada en su constante «superioridad moral» (en verdad, arrogancia moral) parece no querer entenderlo.

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