Por J.M.Pérez
Dictadura ecologista “Eco-veganismo”, “sostenibilidad ambiental”, “transporte sostenible”, y un largo etcétera. Se trata de neologismos acuñados por la hiperbólica paranoia orwelliana en que nuestra sociedad vive, agazapada ante la dictadura impositora del “ecologismo” de los partidos de izquierda, los lobbys internacionales y las grandes “Fundaciones” sociales –esas siempre “filántropas”, pero siempre capitalistas-.
Greenpeace, con sus tentáculos de lucha contra la vida rural y campesina española, con su oriunda oposición al aprovechamiento energético nuclear (en vías de exterminio) es una organización dirigida, participada y controlada por el capital del clan Rockefeller y es hoy, junto al partido PACMA de España, uno de los mayores bastiones agresivos contra la pacífica y tradicional hechura del mundo rural y ambiental español. Su pose “verde” es tan falsa como la filantropía de Soros o la magnanimidad democrática del difunto David Rockefeller, financiador de Greenpeace, que mientras apoyaba “caritativamente” a estudiantes exiliados de la Cuba castrista acariciaba el lomo de Fidel Castro invitándolo a las reuniones del CFR (Council on Foreign Relations) y a dormir en su Mansión privada.
A escala internacional, el actual movimiento ecologista es una farsa de intereses antioccidentales y financieros, y una manera de seguir coadyuvando a los objetivos de ingenería social destinados a reprogramar las conciencias y las mentalidades para hacer del hombre un átomo desraizado de su historia, de su pálpito ancestral y de sus antepasados. La ciudad ha sido elevada por seduointelectuales izquierdistas de medio pelo, por ONGs sacamantecas y por trepas de la ubre política, a la categoría de ejemplo y “faro” de nuevos paradigmas “saludables”: carriles bici, “eco-huertos sostenibles”, invasión de patines eléctricos que amenazan a peatones, demonización del transporte con coches diesel, limitaciones circulatorias a vehículos… Y demás tramolla que en Valencia, cap i casal, alcanza su cumbre bajo la alcaldía podemita de Joan Ribó.
En el fondo no son más que mascaradas a veces estúpidas, y otras simplemente estrafalarias, pero holgadamente subvencionadas, de una pretensión peligrosa: es la arrogancia de la izquierda, disfrazada de superioridad cultural, para instalar en la mentalidad del individuo el cosmos de la falacia buenista destinado a esclavizarlo en el gustoso pago de nuevos y sinuosos impuestos. De este modo, el ciudadano verá empobrecida su renta pero se sentirá a su vez agradado y complacido por haber contribuido a potenciar la vida “eco-sostenible”.
Toda una religión totalitaria, transformadora del ser social, que ya se ha impuesto, y que está engolfando más que nunca a la nueva izquierda y a las élites políticas y financieras. Sobre la atalaya de la cretina querencia en su superioridad moral, el ecologismo, desde los despachos cercanos al mamoneo clientelar autonómico, ha venido para achantar, minimizar y depredar la vida rural tradicional – verdadera argamasa del cuidado y sostén del medio ambiente- y a erigir su modelo de ciudad – transformada en jaula de insensatos atropellos peatonales, imposible cohabitación ciudadana e inseguridad social creciente-.
Toda una fábrica de nueva (anti)cultura bajo amparo del falsoecologismo de la nueva izquierda, que ya asomó su patita en los 90 con la astracanada del “agujero de ozono”, luego el “cambio climático”, y que ahora se abre nuevo camino con la necesidad de más “impuestos verdes” y una caducidad ya consignada sobre los motores diesel y gasolina.
Ello se entrelaza con movimientos burgueses urbanitas ideológicos cimentados en el odio al agro (“animalistas”) y con políticas de sesudo carácter capitalista para desvertebrar el mundo rural español ( la presión de las organizaciones satélites de PACMA llamadas “anticaza” o el globalismo internacional de la UE que esquilma la pequeña y mediana propiedad agrícola en favor de terceros países productores que inundan los mercados a base de competencia desleal).
El sistema educativo, en manos de la hegemonía progre y del buenismo cegador respecto a las realidades imprescindibles de la tradición rural, está moldeando a los jóvenes en los caminos y las escaladas de la repulsión hacia toda construcción noble de nuestros antepasados que en los pueblos y el campesinado de España, engendraron el saludable equilibrio entre especies, medios de vida y cuidado a la tierra y al medio que han hecho de España una reserva natural de Europa que hoy está desapareciendo gracias a las ideologías modernas, burguesas y disolventes de la nueva izquierda y sus patrocinadores capitalistas.
Si. Y así nos deslizamos, nos despeñamos.
Efectivamente. Hay que mantenerse en pie y para ello es clave cuidar el mundo rural español.