Las inundaciones de la DANA de 2024 en España fueron un desastre natural causado por una gota fría o depresión aislada en niveles altos (DANA) que comenzó el 29 de octubre de 2024 en el este de España, afectando en distinta medida a zonas de las comunidades autónomas de Aragón, Castilla-La Mancha, Andalucía, Cataluña y Comunidad Valenciana. La tormenta, definida meteorológicamente como sistema convectivo de mesoescala, provocó lluvias torrenciales que acumularon gran cantidad de litros por metro cuadrado, lo que produjo el desbordamiento de varios ríos y barrancos que junto al desagüe de al menos una presa dio lugar una serie de inundaciones relámpago que fueron especialmente catastróficas en la provincia de Valencia, al sur de la capital.
Con el cadáver hallado el martes 21 de octubre de 2025, en la población valenciana de Manises, la cifra oficial definitiva de fallecidos asciende a 238 personas, de las cuales 230 han sido en la provincia de Valencia, 7 en Castilla-La Mancha y 1 en Andalucía. A esto hay que añadir cuantiosos daños materiales (más de 100.000 coches siniestrados por poner un ejemplo) y la sensación de abandono de miles de personas.
El nuevo cauce del Turia, construido en ejecución del denominado Plan Sur tras la gran riada de 1957, evitó que la ciudad de Valencia se inundara, consiguiendo canalizar con éxito toda el agua hacia el mar sin desbordarse. Sin embargo, las localidades situadas al sur de la capital se vieron anegadas por el desbordamiento de los barrancos del Poyo, de la Saleta y Picasent, De igual modo, la situación llevó a desaguar el embalse de Forata, en el río Magro, que pasa por localidades como Algemesí y otras de la Ribera Alta.
El 29 de octubre a las 07:36 horas, la AEMET comunicó un aviso rojo (el de mayor gravedad) por fuertes precipitaciones para el interior de Valencia. A lo largo de la mañana, la propia agencia extendió dicho aviso por buena parte de la provincia. A mediodía, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) avisó de la presencia de un enorme y anómalo caudal en ríos y barrancos al sur de la provincia. De hecho, sobre las 12:00 los ríos comenzaron a desbordarse. A las 12:07 horas, la Confederación Hidrográfica del Júcar envió un correo electrónico al Centro de Coordinación de Emergencia de la Generalidad Valenciana indicando que se había superado el umbral máximo de alerta, que es de 150 m³/s, en la Rambla del Poyo: baja a 264 m³/s, con tendencia ascendente. Consecuencia de esto, el Centro de Coordinación de Emergencias activó la «alerta hidrológica en los municipios ribereños de la rambla».
A las 12:23 horas, Pilar Bernabé, delegada del Gobierno central en la Comunidad Valenciana, llamó por primera vez a la consejera de Justicia e Interior, Salomé Pradas Ten, para conversar sobre la situación. A las 12:48, la llamó de nuevo para ofrecerle la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias (UME), a lo que esta contestó que todavía no era necesaria.
A las 12:00 horas la Universidad de Valencia, que ya había suspendido las clases, elevó el nivel de emergencia a 3 y mandó a casa a sus trabajadores. A las 14:00 horas la Diputación Provincial de Valencia hizo lo mismo.
A las 15:29 horas, el pueblo de Utiel se encontraba totalmente anegado, por lo que la Generalidad Valenciana solicitó la intervención de 250 militares de la Unidad Militar de Emergencias en el área de Utiel-Requena. La Generalidad se equivocó y en lugar de pedir la movilización de la UME, pidió su desmovilización. El error fue subsanado a las 15:41 horas. El general Marcos, responsable del cuerpo, decidió movilizar a 1000 militares más cerca de Valencia en previsión de que el área afectada sería mayor, esperando autorización de la Generalidad para intervenir.
A las 17:00 horas se constituyó el Centro de Coordinación Operativo Integral (CECOPI), que coordinó las acciones de respuesta ante la crisis, a cuya reunión de urgencia no se incorporó el presidente Mazón hasta en torno las 19:30 horas.
A las 17:25 horas, se volvió a superar el umbral máximo de alerta en el único sensor de caudal situado en el barranco del Poyo, normalmente seco con un trazado paralelo al río Turia que vertebra varios municipios al sur de Valencia, antes de desembocar en la Albufera. Sin embargo, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) no mandó el aviso al Centro de Coordinación de Emergencia de la Generalidad Valenciana. A las 18:05, el sensor de la rambla del Poyo marcó un caudal de 993,6 m³/s.36 El aviso al Centro de Coordinación de Emergencia llegó a las 18:43, el caudal era de 1686 m³/s, más de 11 veces por encima de los 150 m³/s que establecen el umbral máximo de alerta en los protocolos de la CHJ. El Centro de Coordinación de Emergencia de la Generalidad Valenciana no alertó a los municipios ribereños después del aviso de las 18:43, con 1686 m³/s, como sí lo hizo con el aviso de las 12:07, con 264 m³/s. A las 18:49, el Ayuntamiento de Paiporta, al visualizar el barranco desbordado, publicó en X un vídeo: «Aviso urgente. Barranco desbordado. Puentes cortados. No salgan de sus casas».
A las 20:00 horas, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, llamó a Salomé Pradas Ten, responsable de la gestión de emergencias de la Consejería de Justicia e Interior de la Generalidad Valenciana, para comunicarle que existía riesgo de rotura de la presa de Forata, por lo que a las 20:11, la Generalidad Valenciana activó el sistema ES-Alert, enviando un mensaje y aviso sonoro a todos los teléfonos móviles de la provincia de Valencia. La alerta decía, en castellano y valenciano: «Alerta de Protección Civil. Por las fuertes lluvias y como medida preventiva se debe evitar cualquier tipo de desplazamiento en la provincia de Valencia. Estén atentos a futuros avisos a través de este canal y fuentes oficiales, en X@GVA112 y en Apunt». Si bien el mensaje tenía una intención preventiva, a la hora de emitirse muchas localidades llevaban horas inundadas y los trabajadores ya se encontraban desplazados, puesto que la actividad laboral en ningún momento se suspendió.
A las 20:36 horas, Carlos Mazón solicitó el despliegue de los 1000 militares de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que estaban a la espera de obtener autorización para intervenir, con ellos ya serían en torno a 1250 los militares actuando sobre el terreno. Para esa hora, ya se había notificado el colapso en las carreteras.
Pasada la medianoche del día 29 al 30, el presidente autonómico Mazón confirmó el hallazgo de los primeros cadáveres en zonas inundadas. Esa madrugada fue especialmente dura, con decenas de personas aisladas por el agua y la corriente. Unas 1200 personas quedaron atrapadas en la red de autovías de la provincia, especialmente en la A-3 y A-7, y otras 70 carreteras quedaron interrumpidas. La cobertura móvil, el agua potable, la electricidad y otros servicios básicos no pudieron restablecerse plenamente hasta varias horas después.
A las 17:16 horas, el presidente Mazón publicó un tuit indicando: «Acabo de solicitar la incorporación del Ejército. @Defensagob y los efectivos disponibles de tierra, mar y aire para reforzar las labores logísticas y de distribución de ayuda a la población», y anunciaba que el despliegue se produciría a las 8:00 del viernes 1. La cifra de militares pedidos ascendería a 500.
La Generalitat declaró el nivel de emergencia 2, que implica solicitar el auxilio del estado. El nivel de emergencia 3, el más alto, lo declara el gobierno, por propia iniciativa. La Ley del Sistema de Protección Civil dispone que esta subida de nivel puede hacerla el gobierno en cualquier momento desde que se produce la catástrofe, ya que la situación operativa 3 “se corresponde con las emergencias de interés nacional, declaradas por la persona titular del Ministerio del Interior de acuerdo con la ley”. Es decir, en ese escenario el ministro Marlaska debería declararía una emergencia de interés nacional; y desde ese momento Interior asumiría la dirección de la emergencia, que contempla “la ordenación y coordinación de las actuaciones y la gestión de todos los recursos estatales, autonómicos y locales del ámbito territorial afectado”. Además, esto también faculta al Ministerio a movilizar recursos de otras administraciones, aunque la emergencia no afecte a su territorio.
En Madrid, el Parlamento nacional suspendió su actividad con excepción de la votación para controlar antidemocráticamente RTVE. Tener carta blanca para utilizar la televisión pública de manera partidista fue más importante para Pedro Sánchez y sus socios que solidarizarse con las víctimas de la DANA. Una buena muestra de las prioridades del actual gobierno. Aina Vidal, diputada de Sumar, afirmó cínicamente: «Los diputados no estamos para achicar agua», señal de su bajeza, de su arrogancia y de su falta de empatía.
En una declaración ante el senado el escritor Santiago Posteguillo, que se encontraba en Paiporta, la llamada “zona cero” de la catástrofe, realizó un desgarrador relato: «Estamos a 50 metros del barranco del Poyo y se está desbordando… pero no está lloviendo (…) En 13 minutos, había un torrente brutal de dos metros de agua avanzando sin control. Arrastrando ramas, árboles, coches… Todo. Se llevó por delante una nave industrial frente al edificio en el que estábamos (…) Hubo seis horas sin parar de torrentera, y vimos gente desaparecer en el agua».
«Nos acostamos sin luz y sin agua, pensando que, al amanecer, lógicamente, estarían la Guardia Civil, los Bomberos, el Ejército… pero no había nadie. Sí, estaba el cadáver de una joven china con la que intercambié algunas palabras. A su lado, su madre, velando por su cadáver. No había Policía. No había Ejército. No vino nadie en todo un día. Los coches estaban volcados. Todo lleno de barro. Silencio. Miedo. (…) No viene nadie. Hay saqueos. (…) Los vecinos habían retirado el cadáver de la chica de un bajo. ¿Cómo puede ser que en 48 horas no venga nadie? ¿Alguien me lo puede explicar? ¿En España? ¿En el siglo XXI?»
(…)
» Al tercer amanecer, en el que no había nadie porque empezaron a llegar voluntarios, mi pareja y yo arrastramos la maleta por kilómetros y kilómetros por un espectáculo devastador como no he visto en mi vida. Vimos cadáveres. Coches volcados. Edificios destrozados… hasta llegar a Valencia. No pueden imaginarse lo que está pasando esta gente. No se está llevando la ayuda institucional que hace falta (…) Hay casos ya de enfermedades infecciosas porque no se están limpiando las calles con la velocidad necesaria. Ha sido muy cruel no avisar, pero más lo es no ayudar con la energía que hace falta. Hay gente mayor, que vivía en las plantas bajas, que no puede rellenar las ayudas ni sabe cumplimentar la documentación. ¿Cómo se puede ser tan miserable desde las instituciones? No tienen ni idea de lo que está pasando la gente. En el siglo I a.c. los políticos se mataban entre ellos. Ahora voy a hacer una generalización, sé que es injusta, porque hay políticos honestos, pero la sensación que hay en las poblaciones de dónde vengo es que los políticos del siglo XXI apuñalan al pueblo».
A nosotros no nos parece que la generalización final de la que habla sea injusta en absoluto.
En realidad, todos los valencianos hemos escuchado decenas de historias como esa. Además de los miles de afectados directos, todos en Valencia tenemos a familiares, compañeros de trabajo, del colegio, amigos o conocidos que han vivido la DANA. Valencia es una ciudad cara, como todas las capitales (gentrificada se dice ahora) y muchos jóvenes han tenido que adquirir su primera vivienda en la zona afectada, próxima al “cap i casal” que, además, es de una potencia económica y de una densidad de población enorme.
Frente al abandono institucional el pueblo valenciano comenzó pronto a organizarse a través de los voluntarios para ayudar a sus vecinos. La misma mañana del 30, la asociación Valentia Forum organizó una recogida de ropa y alimentos poniendo a su disposición su sede, el Casal Romeu en el barrio de Orriols. Hasta donde he podido averiguar, fue la primera asociación en dar un paso al frente. Luego vinieron otras. Comenzó con la modesta pretensión de recoger las donaciones que quisieran realizar los vecinos la tarde del viernes 1 de noviembre, pero el jueves por la mañana, mientras adecuaban el local, valencianos de todas partes comenzaron a acudir con bolsas de comida, enseres o medicamentos, o para ponerse a disposición de la asociación ofreciendo su ayuda. Ante esa acogida, hubo que organizar un voluntariado que se prolongó semanas. Por la tarde se llenaba el local y a la mañana siguiente se vaciaba acudiendo a los pueblos a los que no llegaba la policía ni, cuando pudo intervenir, el ejército o derivando las donaciones a los centros institucionales que se habilitaron después, como los estadios del Valencia C. F. y del Levante.
Poco a poco los voluntarios fueron tomando protagonismo hasta el punto que no es exagerado decir que su participación fue muy superior en importancia y rapidez a la institucional, lo que llevó a consolidarse como lema el de “solo el pueblo salva al pueblo”.
El 3 de noviembre, los reyes visitaron Paiporta, la zona cero de la tragedia y la población que acumulaba más fallecidos, junto con el presidente de la Generalitat valenciana Carlos Mazón y el presidente del gobierno Pedro Sánchez. Un pueblo indignado lazó barro a Mazón y a los monarcas mientras que Sánchez huyó como una rata asustada, mientras algunos vecinos golpeaban su coche y coreaban “Pedro Sánchez hijo de puta”. Los reyes dieron muestra de mayor elegancia aguantando el chaparrón, pero cuando las cámaras se acercaron y los micrófonos grabaron la conversación de Felipe VI con los vecinos, lo que les estaba diciendo es que no creyeran todo lo que se publicaba porque había quien trataba de desestabilizar, lo que es una soberana estupidez porque los vecinos y voluntarios que abucheaban y lanzaban barro conocían la situación de primera mano por sufrirla personalmente sin necesidad de informarse por ningún otro medio, aparte de que muchos no habían tenido luz eléctrica ni acceso a internet y por lo tanto no habían podido ser víctimas de ningún tipo de desinformación. Se apuntaba así el Jefe del Estado a la tesis sistémica que para proteger el relato oficial señala como “fake news” o “máquina del fango” los discursos críticos y disidentes. Peor fue la reacción de Sánchez que atribuyó la desesperada reacción de los vecinos a activistas de ultraderecha, aunque se demostró que ninguno de los implicados tenía este tipo de militancia.
En ese sentido, fue recurrente leer y escuchar a activistas progres quejarse de que la “extrema derecha” estaba imponiendo su relato sobre la DANA en aquellos primeros días, antes de que la maquinaria mediática pudiera encauzarlo. Obviamente no era eso. Lo que simplemente ocurrió es que esos a los que llamaban de «extrema derecha» fueron los primeros que se pusieron a ayudar, que recogieron comida y ropa y que se mancharon de barro, mientras los progres disertaban sobre el cambio climático, la perspectiva de género de las inundaciones o intentaba exculpar a Sánchez dejándole el marrón solo a Mazó. Y esos a los que llamaban nazis y de «extrema derecha» se pusieron desde el principio a ayudar sin pensárselo dos veces y sin preguntar la ideología a aquellos a los que socorrían porque tenían algo que los liberales de izquierdas y de derechas perdieron hace mucho tiempo: sentido de comunidad.
En el tratamiento mediático y político de la DANA se expresó perfectamente la diferencia sociológica entre la izquierda y la derecha en España, que no es muy diferente que la de otros lugares de Occidente, quizá algo más acentuada. Mientras Mazón agradecía a Pedro Sánchez su colaboración pánfilamente, los medios afines al PSOE preparaban el relato en el que Mazón era el único responsable. Mientras otros limpiaban barro, los esbirros del gobierno se devanaban los sesos cavilando como sacar partido a la situación.
Lo primero que intentaron los ideólogos progres fue presentar el desastre de la DANA en Valencia como consecuencia del cambio climático, aprovechando la oportunidad para criminalizar todavía más a los supuestos “negacionistas” en aplicación de los mecanismos descritos con anterioridad, como un paso más hacia el totalitarismo globalista, en este caso de tipo climático. Debemos decir que esta operación salió bastante mal, primero porque ante el dramatismo de lo que se estaba viviendo en Valencia este tipo de politiqueos eran juzgados de mal gusto y segundo porque existen numerosos antecedentes de inundaciones en la misma zona desde hace siglos perfectamente documentadas y todos los valencianos hemos crecido escuchando historias sobre la riada de 1957.
El viernes 13 de diciembre de 2024, la asociación Valentia Forum junto con la editorial Altaveu Upwords realizó un mercadillo de libros a beneficio de los afectados de Paiporta. En ese acto se produjo la lectura pública de la obra: “Memoria de la inundación de la Ribera de Valencia de 1864” escrita por Vicente Boix. Existen todavía antecedentes anteriores. ¿Fue la inundación de 1864 consecuencia del cambio climático? Es posible que la elevación de la temperatura del planeta lleve a que este tipo de fenómenos meteorológicos sean más fuertes y más frecuentes, lo desconozco y por eso no lo discuto. Lo que es evidente es que la DANA de Valencia no es una prueba de cargo de ello, porque las inundaciones en esa misma zona son recurrentes desde tiempos inmemoriales.
Como afirma Juan Manuel de Prada: “En la gota fría de 1982, que reventó la presa de Tous ocasionando cuarenta muertos, llegaron a caer mil litros por metro cuadrado en Cortes de Pallàs (el doble de los que han caído en esta ocasión). Y los más viejos del lugar recordarán también la gota fría que provocó ochenta muertos en 1957, de la que no tenemos datos de precipitación fiables, porque por entonces la capacidad máxima de los pluviómetros era de doscientos litros por metro cuadrado. (…) Porque a estos hijos de la grandísima puta no les basta con exonerarse de culpa, sino que quieren extenderla sobre toda la población, descargando sobre la sufrida gente la responsabilidad de las catástrofes naturales, justificando así las imposiciones a las que nos someten, para lucro de la plutocracia a la que sirven. Si en 1957 y en 1982 la gota fría produjo menos víctimas que en 2024, a pesar de que los medios para predecirla, prevenirla y paliarla eran mucho menores, es porque estamos gobernados por incompetentes criminales sólo atentos a su pitanza que nos expolian materialmente y nos envilecen moralmente”. Para añadir después: “La hecatombe no la ha producido ningún ‘cambio climático’, como pretenden estos hijos de la grandísima puta, sino su incompetencia criminal”.
En lo que, sin embargo, los laboratorios de ingeniería social progre-sistémicos tuvieron más éxito, por el momento, especialmente fuera de Valencia, fue en concentrar la responsabilidad tan solo en Mazón exculpando a Sánchez y al gobierno central. A esta operación “salvar al soldado Sánchez” se entregaron sin ningún rubor los medios afines al gobierno desde el primer momento, mientras todos los demás estábamos impactado con la tragedia y tan solo pensábamos en cómo ayudar.
Una lectura somera del desarrollo de los acontecimientos deja bien claro que en la tragedia valenciana falló todo, desde la Confederación Hidrográfica del Júcar al gobierno central, pasando por el valenciano. Como dice José Javier Esparza: “…si algo ha quedado trágicamente claro en esta crisis, es que nuestra clase dirigente es de una grave incompetencia, el Estado de las Autonomías es una especie de monstruo sin cabeza y la columna vertebral del Estado, que son las fuerzas policiales y militares, bien a despecho de sus integrantes, no están al servicio de la nación, sino de la casta gobernante. La España del 78 se ha ahogado en Valencia”.
La Generalitat nunca estuvo a la altura de las circunstancias, contemplando los acontecimientos como las vacas ven pasar el tren, inmóviles como un ciervo atropellado, deslumbrado por las luces de largo alcance en la noche en mitad de una carretera. Desde Mazón al último de los responsables valencianos todos incurrieron en una incompetencia criminal, completamente desbordados ante una realdad que les pasaba por encima.
La inacción del gobierno central, por su parte, merece un análisis más detallado. España no es una organización internacional ni un estado confederal ni siquiera uno federal. El estado autonómico representa teóricamente una forma de estado unitario con algunas competencias para los entes regionales. Es verdad que con la ambigüedad de su concepción constitucional y con su desarrollo desmesurado ante las continuas reivindicaciones de los partidos nacionalistas catalanes y vascos, frecuentemente árbitros de la política nacional, reivindicaciones siempre satisfechas, pero que nunca son suficientes y dan paso a reivindicaciones nuevas, más descabelladas que las anteriores, el sistema autonómico ha terminado siendo en la práctica una especie de estado pseudofederal. Pese a ello, el estado central sigue teniendo una primacía jerárquica sobre las administraciones autonómicas, como estas la tienen sobre las locales y tiene recursos para obligar a una Comunidad Autónoma a cumplir con sus obligaciones, como se puso de manifiesto en el “proces” catalán con la tímida aplicación del artículo 155 de la Constitución.
¿Por qué el gobierno español no subió al nivel de emergencia 3 y tomó el control de la situación? ¿No consideró la situación lo suficientemente grave? Cuesta imaginar una tragedia de entidad superior. Las imágenes de las zonas afectadas son absolutamente apocalípticas. Además, aunque el Reino de Valencia fue la región más dañada, afectó a varias comunidades autónomas. Solo puede responderse que por cálculo político. Un cálculo político criminal donde no importaba dejar a los valencianos a su suerte, abandonados en medio del caos, con tal de obtener beneficio político. Sánchez incumplió sus obligaciones para soltarle cuerda a Mazón, dejando que se ahorcara con ella él solo. Que por el camino cientos de miles de valencianos sufrieran le trajo sin cuidado.
En una rueda de prensa Sánchez se justificó en que las autoridades autonómicas conocían mejor el terreno, cosa que es una falacia porque la administración general del estado en Valencia, con la delegada del gobierno al frente y todos los recursos del estado establecidos en Valencia, conocen el terreno exactamente igual de bien que las autoridades autonómicas. También se distanció con aquel frío: “si necesitan ayuda, que la pidan”. Actuó como si todo lo que estaba pasando no fuera con él.
En este caso vemos repetirse pautas que ya habíamos observado en la gestión de la pandemia de coronavirus y que nunca han sido suficientemente analizadas por ese deseo, humano, pero equivocado, de olvidar la pesadilla y no traer a colación el recuerdo del trauma. También en la pandemia, Sánchez dejó el marrón a las comunidades autónomas que se vieron obligadas a tomar medidas que excedían a sus competencias, algunas de las cuales fueron anuladas por los tribunales superiores de justicia respectivos, de modo que se llegó a la situación absurda de tener sentencias contradictorias en distintas comunidades, con regímenes de libertades distintos, cuando la situación médica era la misma en todas ellas.
De nuevo aquí, Sánchez se distancia y observa altivo Roma arder mientras toca la lira o, en este caso, Valencia ahogarse mientras musita indiferente “si quieren ayuda, que la pidan”.
Podemos concluir que Mazón fue un incompetente y Sánchez un psicópata y que ambos deberían terminar sus días en la cárcel por su respectiva incompetencia e indiferencia criminal. Dudamos mucho que vaya a ser así.
En ese contexto es en el que podemos entender el lema popularizado como respuesta a la DANA «solo el pueblo salva al pueblo», no presentando al pueblo en oposición al estado, como algunos liberales anarco capitalistas han pretendido, sino en oposición a clases dirigentes, a elites, a oligarquías.
Precisamente lo que esta crisis ha demostrado es que necesitamos un estado funcional, que sea capaz de dar una respuesta más eficaz que la de los voluntarios, heroicos pero desorganizados por su propia naturaleza espontanea. En palabras de José Javier Esparza: “Donde un Estado eficiente habría tenido bomberos, policías, soldados y médicos, España ha tenido gente de a pie sumergida en barro hasta la cintura para abrir caminos, rescatar muertos o llevar un poco de comida. Los bomberos, policías, soldados y médicos estaban en sus cuarteles o sus hospitales, mano sobre mano, pidiendo a sus jefes en las redes sociales que los movilizaran ya, pero sin obtener respuesta. Porque sus jefes, a su vez, dependen (sumisamente) de políticos cuya prioridad no era cumplir con su deber, sino obtener la mayor ventaja política del lance. Y mientras los políticos estaban a lo suyo y los servicios del Estado estaban a lo de nadie, ahí abajo, en el barro, había miles de españoles tratando de sobrevivir a ese Estado que financian con sus impuestos y que en realidad les desprecia, porque sólo son «el pueblo». Al final, toda la tragedia de la España de hoy se resume en ese vídeo estremecedor de unas docenas de valencianos enfangados, exhaustos en una calle destruida, armados con palas, que se detienen para cantar el himno regional: «Para ofrendar nuevas glorias a España».”
No es la destrucción del estado o su reducción, como les gustaría a los liberales de izquierdas y de derechas, sino su rescate de unas clases dirigentes traidoras y parasitas a lo que debemos aspirar, porque si solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria, solo los muy ricos pueden permitirse el lujo de no tener estado o de tener un estado copado por parásitos y traidores.
Estos hechos también demuestran el absoluto fracaso del sistema autonómico español, excusa de unos y otros para pasarse la pelota sin el menor atisbo de vergüenza. La absoluta descoordinación entre administraciones es algo más que el reflejo de una clase política parasitaria e ineficaz (que también), es la consecuencia de un sistema territorial mal diseñado que da lugar no a duplicar, sino a multiplicar el gasto político por 17, creando 17 mini estaditos taifas viviendo cada uno a espaldas de los demás y de la administración central, como 17 focos de corrupción y clientelismo.
Volviendo a José Javier Esparza: “…la casta que nos gobierna no tiene interés alguno en la continuidad histórica de España como nación. (…) En la práctica, eso significa que el Estado deja de responsabilizarse de la suerte de los ciudadanos, entregados ahora al mejor o peor acierto de las autoridades locales. Y como éstas, por otro lado, carecen de los medios necesarios para hacer frente a retos de cierta magnitud, al final todas quedan sometidas a la voluntad de un poder central que manda, pero no se responsabiliza; un poder que utiliza sus resortes para exigir obediencia a unos súbditos reducidos a la triste condición de siervos fiscales. En esa lógica, la actitud del Gobierno Sánchez hacia la tragedia de Valencia es enteramente transparente: «Si necesitan algo, que lo pidan». El Gobierno ya no es responsable de nada. Su actitud hacia cualquier región española (cualquiera menos los espacios separatistas que lo sostienen) es la misma que tendría hacia un país extranjero. Es la liquidación del Estado nacional”.
En definitiva, la DANA de Valencia y el abandono sufrido por sus víctimas antes, durante y después de las inundaciones es la consecuencia necesaria de una clase dirigente política, mediática y de todo orden al servicio no del bienestar del pueblo al que parasita, sino obediente a la aplicación de las consignas del anglo imperio americano-sionista en el apartado geopolítico y de las oligarquías financieras en el económico. Como su función no es servir al pueblo ni gestionar los asuntos públicos en orden al bien común, sino servir de testaferros, de correveidile, de intermediarios entre esas élites políticas y económicas y el ciudadano común, manteniendo una apariencia falsa de democracia y de sistema de libertades, ya extinto, no necesitan ni la preparación ni la voluntad ni la honestidad que se requerirían para enfrentarse a catástrofes como la de Valencia. Al contrario, habitan en el reino de la mentira y la apariencia, y su única preocupación ante el desastre fue como salir indemnes o como aprovecharlo políticamente en sus mezquinas guerras por el territorio, como las distintas familias de una misma mafia que son.
Volviendo a Juan Manuel de Prada: “Si los españoles de hogaño no tuviésemos horchata en las venas, tendríamos que ahorcarlos y después descuartizarlos, exponiendo por último sus despojos en la plaza pública, para que sean carnaza de las moscas y las aves carroñeras, como conviene hacer con los tiranos. Pero, como estamos dejados de la mano de Dios, seguiremos permitiendo que nos meen en la jeta; y, por supuesto, nos dirán que sus orines pestilentes, como la gota fría de toda la santa vida de Dios, es «la dramática realidad del cambio climático».” Porque, como señala José Javier Esparza: “Hasta hace unos pocos días, la amenaza podía referirse a la existencia histórica de la nación. Hoy, amargamente, hemos aprendido que se extiende también a la misma existencia física de los españoles”.


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