José Manuel Bou Blanc nació en 1977 en Valencia. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia, habiendo trabajado como profesor de Derecho en academias de preparación de oposiciones, trabajando actualmente como Técnico de Gestión y Servicios en la Universidad de Valencia.
Es representante de la asociación de estudiantes Renovación Universitaria, miembro de la junta directiva de la Federació Coordinadora de Entitats Culturals Valencianistes, del Cosell Foral de Coalición Valenciana y miembro fundador de la asociación Valentia Forum.
Colabora en diferentes medios de comunicación, donde ha publicado artículos, siendo el caso de La Emboscadura, El Correo de España, Con Ñ de España, Razón Española y elpalleter.com, entre otros.
Es autor de varios libros: “Asociacionismo en la UVEG. Una mirada crítica”, “Crisis y estafa” (2017), “El sueño de España” (2021), “La obsesión con Franco. Cómo defenderse de las leyes de memoria histórica” (2023), “Toro blanco” (2025) y coautor de la obra colectiva “50 años de mentiras sobre Francisco Franco” (2025). Es, a su vez, ganador del V Premio de Ensayo Corto Pascual Tamburri por su obra “La memoria democrática, nueva leyenda negra” (2022).
– ¿Cómo nace su interés por la política?
– Tengo un interés innato desde que era pequeñito, y mi militancia comenzó en una asociación de estudiantes y no en un partido.
En la Universidad pretendía pasar desapercibido, hasta que un día los separatistas catalanes invitaron a Pepe Rey, director del diario Egin, que era afín a ETA, y yo me presenté en la conferencia con un pin con la bandera española, otro con la bandera valenciana y otro de la Guardia Civil, lo que era una temeridad, ya que me podrían haber matado, pero allí también había un grupo que protestaba contra su presencia, y fruto de la indignación, me uní a ellos.
– ¿Quiénes son sus referentes políticos nacionales e internacionales presentes y pasados?
– Es difícil tener referentes porque hay que procurar tener espíritu crítico, y a día de hoy veo que unos son un poco menos peores que el resto y algunos tienen notas positivas como Abascal, Trump y Meloni por su lucha contra la ideología de género, la descristianización y la inmigración masiva, aunque no todo se agota con que gobiernen Trump o Meloni, del mismo modo que no se resuelve todo porque VOX llegue al gobierno. Ojalá Abascal pueda influir lo suficiente sobre el PP para que podamos ver cambios reales.
Cuando escribo ensayos, hay figuras del pasado que me inspiran mucho como José Antonio Primo de Rivera y Ramiro de Maeztu, con su patriotismo y su poesía. Me gustaría poder escribir como ellos.
– Usted militó en Coalición Valenciana, ¿qué le llevó a unirse a dicho proyecto y qué legado político dejó en la Comunidad Valenciana?
– Desde la asociación universitaria teníamos trato con el GAV (Grupo de Acción Valencianista) de Juan García Sentandreu, que luego fue el fundador de Coalición Valenciana y que nos ayudó mucho en aquella etapa.
CV era un partido regionalista valenciano que defendía la unidad de España como uno de sus principales valores. En aquel momento no había ningún partido a la derecha del PP, digámoslo así. No estaba VOX ni se le esperaba.
En el caso valenciano, aunque los catalanistas nos acusaban de ser de extrema-derecha, esa acusación era menos creíble que en otros casos como Falange o los carlistas. Desde el regionalismo valenciano podíamos defender ciertas cosas que de otra forma no sería posible, ya que, si al lado de la bandera española estaba la señera valenciana, eso asustaba menos a algunas personas, dado que la causa valencianista tenía y sigue teniendo mucha aceptación. Los valencianos en su amplia mayoría se sienten tan valencianos como españoles, rechazando los llamados Países Catalanes y ser parte del proyecto separatista.
Considerábamos que había que empezar los cimientos desde el problema local. Difícilmente podríamos acabar con Soros o con el reemplazo poblacional sino éramos capaces de conseguir que se dejase de estudiar en catalán en los colegios valencianos y frenar el separatismo.
– ¿Cuándo se afilió a usted a dicho partido?
– Lo hice en 2004, en el mismo año que se fundó.
– Coalición Valenciana se disolvió en 2011. Si me permite la indiscreción, ¿a quién votaba usted antes y después de su militancia en esta formación política?
– Las primeras veces, con 18 años, voté al PP: a Zaplana en 1995 y a Aznar en 1996, pero la siguiente vez, como no me gustó lo que hizo el PP, voté en blanco hasta que apareció Coalición Valenciana. Una vez que se disolvió, volví a votar en blanco o a partidos minoritarios: una vez voté a Falange Española, en unas municipales voté a España 2000 porque se presentaba un amigo, en una ocasión voté al Senado a un candidato del PP, otro de FE-JONS y otro de España 2000, y desde la primera vez que se presentó, en las europeas de 2014, he votado a VOX.
– Ya que usted ha sido crítico con todos los presidentes que ha tenido España a raíz del sistema constitucional de 1978, ¿quién considera, bajo su perspectiva, que ha sido el presidente menos malo de la democracia?
– Siendo todos muy malos, creo que el menos malo, por el tema de ETA fue Aznar, que pese a empezar negociando con los terroristas y llamándolos “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”, cambió a raíz del asesinato de Miguel Ángel Blanco y del llamado espíritu de Ermua que desató. A partir de ahí, tuvo una postura muy correcta a través de la Ley de Partidos, que fue clave para que ETA desapareciera o, por lo menos, dejara de matar, aunque ha tenido su continuidad en formaciones como Bildu o Sortu.
Otro elemento teóricamente positivo a corto plazo fue su política económica, que funcionó, aunque luego estalló la crisis de 2007, provocada tanto por las políticas económicas de Aznar como de Zapatero, por lo que ese mérito lo pondría un poco en cuestión.
– ¿Qué le está pareciendo el segundo mandato de Trump, que está destacando por dos decisiones muy criticadas: la negociación con Rusia por Ucrania y los aranceles, que, entre otros muchos países, sufrirá España?
– Las dos decisiones que menciona me parecen legítimas, aunque lo peor me parece su falta de contundencia frente a Israel y su inhumanidad ante lo que está pasando en Gaza.
Es legítimo buscar la paz en Ucrania, y ojalá lo consiga, porque es muy triste alargar una guerra en la que están muriendo tantos europeos.
Por otro lado, los aranceles son legítimos, aunque Trump los ve de una manera peculiar, con una lógica que no parece propia de la diplomacia política sino de la empresa privada.
Las políticas proteccionistas no las ha inventado Trump sino que venían de antes. Lo que a los agricultores españoles les preocupa no son los aranceles que nos vaya a poner Trump, sino los que España y la UE no ponen a productos que vienen de Egipto, Marruecos o Argelia. Por ejemplo, a muchos agricultores valencianos les interesa más vender en el mercado que está al lado de su casa y no en Estados Unidos, pero en el mercado de al lado de su campo tienen que competir con productos que recogen mano de obra esclava y no está sujeto a una normativa ecológica y fitosanitaria como la nuestra, por lo que es una competencia desleal.
Se debe fomentar el producto de cercanía, que es más ecológico y permite reducir la huella de carbono, como dicen los voceros del sistema, porque si se tiene que transportar el producto de una parte del mundo a otra, es menos sostenible, en palabras de ellos.
Recuerdo que la primera campaña que ganó Trump, en 2016, publicó un vídeo real que mostraba el cierre de una planta de fabricación de aparatos de aire acondicionado en el sur de Estados Unidos, que deslocalizaban para llevársela a México. Antes de cada mitin, Trump ponía ese vídeo a sus seguidores. Los aranceles evitan ese tipo de situaciones, haciendo que no sea rentable fabricar en México sino en Estados Unidos.
Los aranceles no son buenos ni malos en sí mismos, debiendo responder a las circunstancias y no a consideraciones ideológicas. Por ello, el libre comercio es bueno cuando beneficia a todos, pero no cuando perjudica a los trabajadores, las PYMES y la mayoría del pueblo de los países, haciendo que los países menos pobres se vean forzados a bajar los salarios porque no pueden competir. Sin embargo, lo que es malo para ellos, es bueno para las élites financieras, que maximizan beneficios.
– Hemos hablado de Trump, pero, ¿qué opina sobre otros gobernantes como Milei y Meloni?
– Nunca he sido muy partidario de Milei. Comprendo que su victoria es fruto de la tremenda corrupción del kirchnerismo. De hecho, Milei es un ultraliberal, por lo que representa todo lo contrario al intervencionismo estatal de la etapa de los Kirchner. Aunque el sistema lo tacha de ultraderecha, por esas ideas se le criminaliza menos que a un patriota tradicionalista o católico que sería todavía más satanizado.
No soy partidario de soluciones ultraliberales, y como dice Marcelo Gullo, Milei se vende a los anglosajones, por lo que no es el Trump argentino sino todo lo contrario, pero entiendo que muchos le hayan apoyado por la terrible corrupción de los Kirchner que avergonzaría a Perón si levantara la cabeza. Con Milei, aunque las cifras macroeconómicas han mejorado, pero el bienestar del pueblo no tanto.
En el caso de Meloni, Italia estuvo gobernada por tecnócratas siervos de las élites financieras como Draghi y Monti, y no se sabe hasta qué punto Meloni tiene libertad de acción o está condicionada por la deuda. No obstante, ha tenido grandes aciertos y es mucho mejor que lo que había.
Con Meloni, se ha reducido en un 60 % la llegada de inmigrantes ilegales mientras que con Sánchez ha aumentado en un 200 %, lo cual es mucho mejor en comparación, pero todavía queda el 40% restante. Además, cuando se excede de determinadas proporciones no basta con no dejar entrar, sino que tienen que empezar a salir, sobre todo cuando nos enfrentamos a un reemplazo poblacional de un tipo de inmigración que no se adapta, sino que forma guetos. Eso es malo para el inmigrante, que ha recorrido miles de kilómetros para trabajar en los bares y en el campo por menos de lo que se pagaría a un autóctono y malo para el país de llegada. Las personas tienen derecho a prosperar en su tierra sin ser mano de obra barata. Pretender que esto no suceda no es racista, lo racista es pensar que alguien que tiene la piel de otro color debe hacer el trabajo que no querrías para tu hijo.
Por este motivo, Meloni se queda a medias, y no sé si porque no puede o porque no quiere, pero se acerca a las soluciones y mueve la ventana de Overton, cambiando la dirección gracias a que ganan las candidaturas que han sido criminalizadas.
– Se dice que el eje izquierda-derecha ha muerto y ha sido sustituido por uno nuevo en torno a la soberanía, entre identitarios y globalistas. Considero que no es suficiente para definir una posición política, ya que si alguien defiende la soberanía del país frente a organizaciones supranacionales no está indicando qué quiere hacer dentro de sus fronteras: ¿una política económica más liberal o más intervencionista? ¿una agenda moral más conservadora o más progresista? Prueba de ello es la heterogeneidad de los partidos identitarios que están creciendo en Europa. ¿Coincide con esta valoración?
– Sí, ha sido objeto de debate, de hecho, presenté una conferencia bajo el título “De izquierdas y derechas a globalistas y patriotas”. Los términos izquierda y derecha nacen en la Revolución Francesa y son como sacos que se llenan de significados, en algunos casos incompatibles entre sí, por lo que han quedado obsoletos.
Más que hablar de soberanismo o identitarismo prefiero hablar de patriotismo porque este concepto define mejor nuestras aspiraciones justicia social. En este sentido, los liberales ven la vida desde un punto de vista económico, como si fuera una competición y el Estado, el árbitro de esa competición. Por el contrario, católicos, tradicionalistas y patriotas vemos la Patria como una misión, al compatriota como un soldado en una misma trinchera y al Estado como el realizador de esa misión. Así, el verdadero patriota no debe permanecer impasible cuando un solo compatriota no puede desarrollar su proyecto vital con dignidad, lo que implica también la justicia social para que nadie quede atrás. El patriotismo será social o no será y, del mismo modo, la justicia social la traeremos los patriotas o no la traerá nadie.
El patriotismo tiene más sustancia que el soberanismo porque implica la justicia social de la que carecen las políticas ultraliberales. Además, no se puede ser nacionalista español y catalán a la vez porque el nacionalismo catalán va contra España y colectiviza el egoísmo. Sin embargo, sí que se puede ser, de manera complementaria, patriota español y catalán, y a la vez, patriota europeo y de la civilización cristiana, como nuestros antepasados, que no se contradice con lo universal. Un ejemplo de ello lo tenemos en Valencia, donde nuestro himno dice literalmente: “Para ofrendar nuevas glorias a España”.
El patriotismo, no es, por tanto, como el mero soberanismo donde cabe todo, teniendo la sustancia que se echa en falta en el eje identitario.
– ¿Cree que la Agrupación Nacional (RN) de Le Pen llegará al gobierno de Francia en 2027? De ser así, hay cuestiones que pueden ser negativas para España como los aranceles al que es su primer socio comercial o que los inmigrantes ilegales y fundamentalistas islámicos que sean expulsados de Francia, vengan a España, ¿no cree?
– Cuando Salvini era ministro del Interior en Italia, los inmigrantes que ya no iban a Italia también venían aquí, y no era culpa de él sino de nuestros pésimos gobernantes.
Creo que el problema de Francia no es el comercio con nosotros sino con países africanos donde la mano de obra más barata y que no tienen las mismas normas fitosanitarias que nosotros ni, por tanto, los mismos gastos de producción. No sé cómo se arbitrará en el caso de España, pero el problema no es el comercio con los países europeos sino aquellos más lejanos, que tienen condiciones diferentes.
El partido de Le Pen defiende cosas que me parecen lamentables como el aborto, pero el éxito de su partido me parece bueno, en perspectiva histórica, porque la lucha para preservar nuestra civilización va a llevar décadas y esto es solo un paso más que no agota la lucha. Será positivo que llegue al poder RN en Francia, como lo es que lo haya hecho Meloni o que VOX entre en el gobierno, que, aunque no sean perfectos, sí son desde luego los que se aproximan a las políticas que constituyen la solución a nuestros graves problemas. Pero al día siguiente de su triunfo habrá que seguir en la lucha porque seguirá habiendo muchas cosas por mejorar.
– A día de hoy veo que el bloque alternativo a este gobierno parte con desventaja porque los partidos nacionalistas dan a la izquierda (PSOE y Sumar) una prima política de cuarenta escaños y Sánchez no tiene límites morales para darles todo lo que piden, siendo el caso más sangrante la amnistía a los golpistas catalanes, por lo que siempre lo van a sostener. ¿Cuándo cree que se acabará la etapa de gobierno de Sánchez, que ya está durando más que la de Rajoy, que estuvo seis años y medio en La Moncloa? ¿Cuándo veremos los españoles el fin a esta ominosa era?
– Creo que le queda poco, aunque también es cierto que llevamos mucho tiempo diciéndolo, pero a día de hoy, en las encuestas, PP y VOX suman mayoría con bastante ventaja. Los casos de corrupción han hecho mella y van a seguir saliendo.
Es probable que consiga aguantar hasta las elecciones, y una vez llegado ese momento, parece que por fin caerá, pero es algo que hemos pensado tantas veces antes que no sabemos si se sacará algún otro as de la manga. Otro dato a tener en cuenta es el tema de la prostitución, que le está restando voto femenino. De todas formas, los ciclos históricos son más importantes que los ciclos electorales.
– ¿Cree que surgirá una izquierda soberanista como ha sucedido en Alemania con En Pie, la escisión de Die Linke o el BSW o como propugnaron Anguita y Moreneo como corriente interna de Podemos? ¿Cree que opciones como Frente Obrero o Izquierda Española pueden conseguir representación parlamentaria?
– Creo que llegará ese día si la tendencia europea es esa, porque los más perjudicados por el globalismo son los trabajadores, los obreros y las clases más bajas, que sufren la delincuencia extranjera, mientras que los que están contentos con que haya 17 millones de géneros y 17 millones de inmigrantes ilegales son los grandes empresarios, ya que Ikea y El Corte Inglés, por ejemplo, quieren mano de obra más barata.
Hemos visto un atentado islamista en un concierto y la cantante diciendo que había que acabar con las fronteras y no fomentar el racismo, porque ella vive en una urbanización de lujo con guardias armados en la puerta y los únicos inmigrantes que ve son su servicio doméstico.
En España, VOX es el partido más votado por los parados de larga duración y aquellos que se consideran pobres, pero deben librarse de sus últimas reminiscencias liberaloides, porque de lo contrario, dejarán un hueco vacante al Frente Obrero u otro similar. Es un grave error, por ejemplo, llevar a un acto a Milei para que diga que la justicia social no existe.
– Bajo el supuesto de que VOX pacte con el PP, ¿hasta qué punto cree que podrá cambiar la deriva de España? ¿Cree que deben formar coalición como han hecho los Demócratas de Suecia o mantenerse al margen hasta presidir el gobierno como Meloni? Hay dos vías diametralmente opuestas. Bajo su punto de vista, ¿cuál de ellas se debe seguir?
– Depende de la capacidad que tenga VOX de torcer el brazo al PP, de su fuerza negociadora y los criterios que apliquen.
Han tenido ya pactos en comunidades autónomas y en la Comunidad Valenciana su influencia ha sido mínima porque sus representantes son ex-peperos recientes y el PP hizo todo lo posible por chulearlo. Creo que, por tanto, a VOX le ha ido bien rompiendo los gobiernos autonómicos con el PP y adoptando como idea-fuerza la inmigración, porque desde que lo hizo está al alza en las encuestas, mientras que cuando eran sus ideas centrales eran otras y mantenían los pactos con el PP, estaban a la baja.
Es necesario que el PP gane por mayoría simple y VOX tenga una representación significativa, porque si Feijóo tiene opciones de pactar con JxCat y el PNV, los preferirá a ellos antes que VOX, con los que tan sólo pactará si es la única suma posible. El resto dependerá de lo en serio que VOX se tome las negociaciones, cómo presionen, los ministerios que pidan y cómo se impongan al PP, porque los nacionalistas catalanes y vascos han influido tanto en gobiernos del PP como del PSOE con ideas muy claras, mientras que aquellos que no tienen ideas claras, como Ciudadanos o el CDS en su día, los grandes partidos se los comen.
Hay que dejar claro lo que cambiaría de haber un gobierno PP-VOX en lugar de uno del PP en solitario, aunque no es fácil anticiparse a estos escenarios.
– ¿Cree que Se acabó la fiesta (SALF) está muerto de manera irreversible o cree que resurgirá? Lo planteo porque se me viene a la mente el caso de Ciudadanos, que aunque tuvo el final que todos conocemos, en 2016 bajó de 40 a 32 escaños pero, sin embargo, en 2019 alcanzó los 57 diputados y se quedó a sólo nueve del PP. ¿Cree que aparecerán nuevos partidos que se sumen a los que han hecho acto de presencia en los últimos años como Podemos, Ciudadanos, VOX y SALF?
– Creo que Alvise Pérez no tiene más recorrido. Es un aventurero que le ha cogido el gusto a la política y creó un partido después de que VOX no le fichase. Además, no es lo mismo presentarse a las europeas que a las generales porque, en un caso, hay que presentar una sola candidatura y en el otro, una en cada provincia, para lo que necesita una estructura de la que carece, sobre todo cuando los otros dos eurodiputados han roto con él.
La posibilidad de que surjan nuevos partidos puede venir de algo similar al Frente Obrero. La única novedad posible es la izquierda soberanista o patriota, o quizá que, igual que Alianza Catalana ha parecido en Cataluña, que pueda surgir algo similar en las provincias vascas.
Si por un vuelco desapareciera VOX, surgiría un partido de cariz similar, algo análogo a lo que sucedería con Podemos y Sumar, marcas distintas de un mismo espacio, pero no vamos a ver más convulsiones como antes, cuando apareció Podemos, Ciudadanos y luego VOX. El mapa político ya no va a cambiar mucho respecto del que tenemos actualmente.
– Adentrándonos en el plano personal, ¿es usted creyente? ¿qué papel ocupa la religión en su vida?
– Sí, soy creyente y practicante, aunque algún domingo me despisto. Pese a no ser muy estricto en mi práctica religiosa, procuro serlo y hago un gran esfuerzo en defender la civilización cristiana, no para convencer a nadie de que cambie sus ideas religiosas, aunque ojalá pudiese contribuir a salvar almas, pero Dios me dio más talentos para argumentar y razones para persuadir.
La civilización cristiana es la que ha permitido alcanzar mayores cotas de bienestar, y su destrucción perjudica por igual a creyentes y no creyentes, siendo, además, la tierra en la que es fértil la Palabra de Dios.
Procuro no discutir sobre religión porque, al final, se cree o no se cree. Hay que defender nuestras raíces cristianas y católicas y nuestra fe sin avergonzarnos porque la Leyenda Negra es anticatólica y antiespañola.
Mi libro “El sueño de España” incluye un capítulo contra el odio anticatólico. En mi novela “Toro blanco”, son importantes tanto la mitología como la religión, la mitología como metáfora y la religión como la Verdad. Uno de los personajes es un republicano criado en el anticlericalismo que encuentra en la religión el bálsamo del espíritu, y en la trama final, la religión tiene un papel importante en torno a un posible atentado islamista. Una idea central es la frase de Chesterton: “El cristianismo ha sido dado por muerto muchas veces, pero todas ha renacido porque contaba con un Dios que sabía salir del sepulcro”.
– Por último, ¿qué opina sobre el nuevo Papa León XIV?
– Desde luego, el Papa actual supone una mejora respecto a su antecesor. ¿Hasta dónde llegará? Tendremos que esperar para saberlo. Creo que Ratzinger era un intelectual mientras que Francisco era un activista. Con respecto a su predecesor, el nuevo pontífice tiene más profundidad intelectual, no hace gala de la pobreza impostada y tiene más elegancia en las formas, aunque no sé hasta dónde llegará en sus cambios.
La Iglesia debería ser la más interesada en preservar la civilización cristiana, porque es como la tierra fértil en la que da más resultado cuando cae la semilla de la Palabra de Dios. La civilización laica y anticristiana, en cambio, es como cuando la semilla cae en las piedras, es mucho más difícil que dé frutos. Sin embargo, las jerarquías de la Iglesia no parecen tener esto muy claro. Hemos visto a los obispos afeando a VOX que limite los actos musulmanes en lugares públicos, cuando la propuesta de VOX no va contra la libertad religiosa ni les impide rezar en las mezquitas y en sus casas.
Estamos en una guerra simbólica que se aprecia perfectamente cuando las autoridades, tanto del PSOE como del PP, felicitan el Ramadán y no la Navidad, o en el hecho de que el mes de junio, que antes era el del Sagrado Corazón, ahora sea el del Orgullo Gay. La Iglesia debería ayudar a ganar esta guerra simbólica y no colaborar con quienes quieren erradicar la civilización cristiana, porque se juega su misma existencia. Espero que más pronto que tarde se recupere el norte.
León XIII fue un gran Papa que tuvo dos encíclicas importantes como Rerum Novarum, relativa a la cuestión social, y Libertas Praestantissimum, en la que compara a los liberales con Lucifer, para que luego algunos hablen de católicos liberales. Ojalá León XIV sea tan bueno como lo fue León XIII.


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