Leyenda negra: cuando las mentiras sobre el pasado de España amputan el futuro de toda Europa.
Puede parecer que el tema de la leyenda negra antiespañola es solo una curiosidad histórica, de cuya existencia incluso muchos dudan y que, en todo caso, se limita en el tiempo al siglo XVI y en el espacio a los contornos del entonces Imperio español. Algo que, de todas formas, no tiene mucho que ver con la Europa actual. Veremos a lo largo de este artículo que ello no es así, que la leyenda negra se extiende hasta la actualidad y es la base principal del argumentario no solo de fenómenos nacionales en España, como el del separatismo o la bobina sumisión a las autoridades de Bruselas de la clase política española, sino también internacionales, que afectan a todo Occidente, como el indigenismo y la furia iconoclasta desatada por las manifestaciones del black lives matter, que comenzó cebándose en estatuas de personajes relacionados con la historia de España, como Cristóbal Colón o Fray Junípero Serra, pero que alcanzó a toda Europa, como cuando se vandalizó una estatua de la Sirenita en Dinamarca, bajo la estupefactiva acusación de tratarse de un “pez racista”.
La leyenda negra es una versión falsificada y calumniosa de la historia de España, que se basa en prejuicios supremacistas que minusvaloran a los españoles y que se forja como propaganda de guerra contra el Imperio español, por sus enemigos geopolíticos, y que pervive en el tiempo, más allá incluso de la propia existencia del Imperio español, por quedar impregnada en algunas de las ideas, instituciones y mitos de mayor éxito en la modernidad y la posmodernidad, como la religión protestante, las ideologías liberal y progresista y la aparición de los estados-nación modernos en sustitución del antiguo criterio imperial.
Se ha discutido donde nació la leyenda negra. Lo cierto es que las primeras muestras de prejuicio antiespañol las encontramos en los humanistas italianos, mezclados con muestras de admiración y agradecimiento, en una curiosa combinación. Era, podríamos decir, una leyenda negra de baja intensidad. Ocurría un poco como con Estados Unidos y Europa ahora mismo. Consideramos a los norteamericanos unos horteras, pero comemos sus hamburguesas, bebemos sus refrescos azucarados, vemos sus películas y escuchamos su música. De igual modo, los italianos despotricaban de los españoles, los admiraban y los envidiaban. La mayor parte de los tópicos antiespañoles proceden de estos humanistas italianos, aunque no llegaron al extremo de satanizar a España ni considerar anticristos a sus reyes, como hicieron después ingleses y protestantes. Por continuar con la comparación actual con Estados Unidos, si algunos italianos despreciaban a los españoles, como algunos europeos desprecian a los estadounidenses; luteranos y calvinistas satanizaron y criminalizaron con todas sus fuerzas a España, considerándola la patria del anticristo, como ahora los islamistas satanizan a USA. En gran medida, la historia de España que estudiamos es la escrita por sus enemigos históricos. Para entendernos, es como si los estadounidenses estudiaran la historia de su país escrita por Bin Laden.
Lo que en los territorios italianos eran solo prejuicios, en el luteranismo ya fue propaganda consciente. Lutero fue, en realidad, uno de los primeros en comprender la fuerza de las imágenes y la utilidad de la imprenta y a él debemos los primeros folletos impresos de propaganda, primero contra el papado y pronto también contra España. Solo Lutero produjo más de 3000 panfletos, de los que apenas 200 fueron respondidos. Su contenido era burdo y obsceno, con dibujos de protestantes alemanes enseñándole el culo al Papa y cosas parecidas, pero precisamente por eso, tremendamente eficaz.
Los resultados del luteranismo fueron terribles para los territorios alemanes. Ejemplo de ello fueron las matanzas de campesinos, de los que Lutero era, en un principio, defensor y que constituyeron sus primeros seguidores. Sin embargo, cuando los príncipes alemanes le dieron su apoyo, Lutero se puso de su parte y al estallar la Guerra de los Campesinos, una revuelta de estos contra la alta nobleza por sus malas condiciones de vida, llamó literalmente a asesinarlos como a perros: «Contra las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre: sus integrantes deben ser aniquilados, estrangulados, apuñalados, en secreto o públicamente, por quien quiera que pueda hacerlo, como se matan a los perros rabiosos.« Fruto de arengas como esta y legitimados ante los ojos del dios protestante por su máximo profeta, fueron exterminados entre 110.000 y 130.000 campesinos, la mayor matanza de la historia hasta la época contemporánea.
Si Lutero fue un gran propagandista, Guillermo de Orange, el líder de la rebelión antiespañola en los Países Bajos, no le fue a la zaga. Uno de los puntos culminantes de su campaña lo constituyeron unas acusaciones personales contra Felipe II como asesino de su hijo don Carlos, de su esposa Isabel de Valois y del secretario Escobedo. La supervivencia de la leyenda sobre don Carlos se debe a la popularidad de la Ópera de Verdi. Ya que no se ha encontrado evidencia alguna que justifique estas imputaciones, deben tomarse como simplemente falsas.
Otra parte de la «Leyenda negra» tiene que ver con la actuación del Duque de Alba en los Países Bajos, que si bien fue dura, no se diferenció mucho de la de cualquier ejército victorioso de la época. La propaganda eleva las poco más de mil ejecuciones que se produjeron (no arbitrarias, sino de acuerdo a la ley), cifra ridícula si se compara con la de los Tudor en Irlanda o los Habsburgo en Transilvania, a 200.000. Algunos panfletos pintan al duque literalmente comiendo bebés y todavía se asusta a los niños holandeses con su recuerdo como si se tratase del coco.
La propaganda antiespañola en Inglaterra comienza desde el mismo momento en que Enrique VIII se proclama cabeza de la Iglesia anglicana en 1534, para poder divorciarse de Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena, a la que después ejecutaría. Se casó un total de 6 veces y ordenó ejecutar a otra de sus esposas. Que una de las religiones más influyentes de la modernidad haya sido fundada por un doble parricida (asesino machista se diría hoy) llama poderosamente la atención. Maltby distingue en su famoso estudio tres temas favoritos para su desarrollo: la impiedad del catolicismo español considerado como “el tenebroso antro papista”; los presuntos crímenes españoles en América, “las lágrimas de los indios”, que ya habían adelantado los holandeses a partir de los textos de Bartolomé de las Casas; y la derrota de la Armada Invencible. La Inglaterra anglicana perseguiría con saña a los católicos, hasta obligar a su población a delatar a sus vecinos y familiares por no acudir al culto anglicano o dar cobijo a sacerdotes católicos en sus casas, lo que se castigaba con prisión e, incluso, muerte, con ejecuciones públicas constituidas en espectáculos por los que se pagaba entrada y donde a los sacerdotes católicos les cortaban los genitales y luego los descuartizaban.
La preeminencia moral de Carlos como Emperador y Rey de la mayor potencia de la época se basaba en la unidad de creencias en Europa, sintetizada en el concepto de Universitas Christiana. La afirmación nacionalista de las oligarquías locales precisaba, por tanto, para llevarse a término, acabar con la unidad espiritual de Europa realizada en la religión. Necesitaba, por consiguiente, un cisma religioso. Si el poder se fundamentaba en un relato religioso, la rebelión contra el poder necesitaba una nueva religión que lo justificase y que presentara al poder anterior como al anticristo. España, por tanto, no se “equivocó de Dios en Trento”, como dicen algunos hispanófobos, sino que más bien, los protestantes se inventaron un nuevo dios para destruir el Imperio español.
Es importante entender esta cuestión, porque no suele explicarse así y cambia la comprensión de toda la historia moderna de España y Europa. Hay que tener en consideración que, así como ahora el poder se legitima en un relato racionalista y democrático, que lo basa en la aceptación por parte del pueblo expresada en elecciones periódicas, en aquella época se basaba en un relato religioso que lo hacía proceder de Dios. El “per me reges regnant” evangélico se interpretaba de un modo literal y se entendía que, a los reyes, emperadores y papas, los había puesto Dios, de modo que rebelarse contra ellos era como rebelarse contra Dios mismo. Para justificar una disidencia política, por tanto, era necesario un relato religioso. Si los príncipes alemanes querían rebelarse contra su emperador necesitaban una nueva religión que los colocara a ellos como los elegidos de Dios y al emperador como un anticristo. Lutero les dio esa religión. Si Guillermo de Orange y los demás nobles separatistas holandeses querían rebelarse contra su rey necesitaban lo mismo. Como el luteranismo estaba vinculado al nacionalismo alemán buscaron otro “reformador” y lo encontraron en Calvino. Finalmente, Enrique VIII fue más audaz y, en su condición de monarca, en lugar de aprovechar la existencia de una religión se inventó una. No es exagerado, por tanto, decir que el protestantismo nació para destruir al Imperio español.
Otro tema de la leyenda negra es la inquisición, considerada autora de espantosas torturas y, después responsable de la ignorancia. En realidad, la inquisición fue el tribunal más adelantado de su tiempo, el primero que prohibió la tortura un siglo antes de que esa prohibición se generalizara y el que empleaba los métodos periciales más avanzados, gracias a lo cual se evitó en España la quema de brujas que estremeció a otros países. El número de protestantes condenados por la Inquisición española de 1520 a 1820 fue de 220, de los cuales solo 12 fueron quemados. Solo Enrique VIII ordenó descuartizar a más de 3000 católicos y su hija bastarda la reina Isabel a otros tantos. La Inquisición española condenó a exactamente 27 brujas. En los territorios alemanes fueron 25.000, en Francia 4000, en Suiza otras tantas y en el conjunto de Europa 50.000. La inquisición en sus tres siglos de historia ejecutó a 1.300 personas, en Inglaterra (mucho menos poblada entonces que España) en un periodo de tiempo similar fueron condenadas a muerte más de 250.000 personas. Galileo fue condenado por la Iglesia católica a rezar unos salmos, nunca fue torturado ni encarcelado («sufrió» un arresto domiciliario en un palacio paseando por sus jardines) ni perjudicado de ninguna otra forma. Miguel Servet, descubridor de la circulación sanguínea, fue torturado y quemado vivo por Calvino y Lavoisier, padre de la química, fue guillotinado en la Revolución francesa bajo el argumento de la revolución no necesitaba científicos ni químicos.
La mitología creada en torno a las “lágrimas de los indios” y que difama la actuación española en América es especialmente cínica y despreciable ya que ha sido creada y alimentada por los mismos que sí derramaron tales lágrimas hasta el exterminarlos en gran parte. Sin embargo y a pesar de clamar al cielo es un tema que vuelve una y otra vez, actualizado por el indigenismo en los últimos años. Podríamos decir incluso que es un tema de moda en toda América. Frente a la explotación de indígenas por los anglosajones en América del Norte, con su imperio “depredador”, España realizó una labor evangelizadora, permitió el mestizaje, y tuvo en consideración cuestiones éticas ajenas a otros a otros pueblos y completamente inusuales en la expansión imperialista de las demás potencias aun en la actualidad. Normalmente la Leyenda Negra utiliza los escritos de Fray Bartolomé de las Casas para justificar sus mentiras sobre la presencia española en América, pero estos ya han sido desprestigiados por sus exageraciones
Por último, podemos referirnos a la ilustración francesa, como la última muestra de la leyenda negra tradicional. Durante los siglos XVI y XVII Francia se aprovechó en su propio beneficio de la leyenda negra, pero sin creérsela del todo. Esto cambió en el siglo XVIII con la llegada de la “Ilustración”. “¿Qué se debe a España? Y desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿qué ha hecho por Europa? Nada se le debe”. Así reza el artículo sobre España escrito por Masson de Morvilliers de «La Enciclopedia Metódica» editada en Francia entre los años 1751 y 1772, bajo la dirección de Denis Diderot y Jean Le Rond d’Alembert. Influido por la leyenda negra, Masson de Morvilliers, se dedicó a lanzar infundios: “Tal vez sea la nación más ignorante de Europa. ¡Las artes, las ciencias, el comercio se han apagado en esta tierra!”. Que esto es una falsedad humillante resulta tan evidente que cae por su propio peso. Sin embargo, en un momento dado la acusación relativa a la inexistencia de la ciencia española porque la iglesia y la inquisición impedían su desarrollo fue creída, cuando en realidad en la Francia ilustrada también había inquisición e índice de libros prohibidos y, de hecho, en España se leían libremente, libros prohibidos en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá incluso hasta pleno siglo XX.
Porque lo cierto es que, durante el siglo XVIII, la Francia ilustrada tiene la hacienda quebrada, Paris no tiene agua corriente ni saneamiento y su sistema bancario está tan atrasado que no conoce la letra de cambio, que en España se venía usando desde el siglo XVI. Entre 1730 y 1795 se produjeron en Francia unos cien levantamientos provocados por el hambre, siendo especialmente grave el de 1775. En Inglaterra, los disturbios populares suman 375 entre 1730 y 1795, de ellos 275 por hambre, el más grave el de 1780 en el que, como en la mayoría, se eligió a los católicos como víctimas propiciatorias, quedando arrasado el barrio católico de Londres. En España, en ese periodo, se produjo exactamente un levantamiento similar, el famoso motín de Esquilache. No parece que los ilustrados franceses estuvieran para darnos muchas lecciones.
La primera reacción española ante la leyenda negra fue la indiferencia y el desprecio. El Imperio español estaba tan por encima de las mentiras que se vertían contra él que las contemplaba con paciente benevolencia. La mayor parte de la propaganda negrolegendaria no se respondía y cuando se hacía era con tratados de teología o auditorias de cuentas, textos rigurosos y sesudos, pero que no llegaban al vulgo tan fácilmente como las imágenes provocativas de Lutero o Calvino. La nobleza de los españoles hacía repugnante a su carácter toda campaña basada en mentiras, mitos, exageraciones o ataques personales “barriobajeros” o insultantes. Cuando el Imperio comienza a desmoronarse, sin embargo, la propaganda antiespañola comienza a escocer, pero se carece de herramientas para contestarla. Además, el cambio de dinastía subsiguiente a la Guerra de Sucesión, había llevado a España a una nueva clase dirigente procedente de Francia que, en su condición de extranjeros, estaban penetrados por muchas de las ideas negrolegendarias que se manejaban más allá de las fronteras españolas. Durante el siglo XIX, finalmente, comienza a surgir una suerte de complejo de inferioridad ante la Europa más modernizada, que empieza a percibirse de un modo idealizado y acrítico.
La pérdida de las últimas colonias de Cuba y Filipinas representó un terremoto en la península difícil de entender hasta el punto de que movió los cimientos intelectuales de toda España y obligó a buscar culpables de lo que ya se percibía como un fracaso sin paliativos. ¿Dónde encontrar esos culpables? Resulta que la leyenda negra ofrecía una respuesta congruente y sencilla (aunque profundamente equivocada y falsaria) a esa pregunta. Solo faltaba ponerle un lacito. Además, contaba con la ventaja de encontrar esos culpables en el pasado remoto y absolver, por lo tanto, de sus fracasos a los españoles del presente, especialmente a sus clases dirigentes y a los de tendencia “progresista”. España tenía una historia equivocada y enferma de la que se debía liberar. El desastre del 98, lamentable por sí, pero exagerado hasta el paroxismo, supuso un acelerón atroz en la aceptación de la hispanofobia dentro de la propia España y en la creación de un complejo de inferioridad colectivo. En la historia contemporánea, las ideologías liberales, progresistas y de izquierdas han venido siempre penetradas de esta visión.
Hasta aquí llega lo que se considera tradicionalmente como leyenda negra. Sin embargo, es indudable que las falsificaciones sobre la historia de España han continuado incardinadas en esa tradición calumniosa, tanto en reinterpretaciones del pasado, como en la construcción de la historia española contemporánea más reciente. Respecto a lo primero, podemos mencionar el negacionismo de la Reconquista o la pretensión de retrasar la aparición de la nación histórica española lo más posible en el tiempo hasta considerarla tan reciente como fundada con la constitución de 1812, o en la actual de 1978 o, incluso, hasta negarla por completo, hablando tan solo de “estado español”, pero cuestionando su consideración de nación. En cuanto a lo segundo, la versión de la historia de la Segunda República, de la Guerra Civil, del franquismo y de la transición que ofrecen las leyes de memoria recientemente aprobadas por el gobierno social-comunista del PSOE y Podemos constituyen, como ya defendí en mi ensayo ganador del premio Pascual Tamburri “La memoria democrática, nueva leyenda negra”, una nueva versión o un nuevo tema de la leyenda negra, en tanto nos minusvalora a los españoles y está en gran parte creada por autores anglosajones en el marco de la propaganda de guerra frentepopulista en la Guerra Civil y aliada en la Segunda Guerra Mundial, aunque ahora ya solo sea creída y difundida principalmente por los españoles de izquierdas.
En las últimas décadas hemos podido observar cómo en torno a la cultura woke se crea una suerte de leyenda negra que afecta al conjunto de la Civilización europea-occidental-cristiana de la que la española es una especie de avanzadilla con más de 400 años de adelanto. De repente, nuestra tradición es acusada de racista, esclavista, machista, patriarcal y homofóbica, olvidando que no fue nuestra cultura la que inventó la esclavitud, presente en todas las civilizaciones, sino la que la abolió; ni la que monopoliza el machismo y la misoginia, sino más al contrario, la que más respeto ha mostrado a los valores de la feminidad y la maternidad impulsados por la veneración religiosa católica a la virgen María. En ese sentido, la lucha contra la leyenda negra española y por la veracidad histórica representa la punta de lanza en la lucha contra la cultura woke y la culpabilización de nuestra civilización con la consiguiente satanización del hombre blanco heterosexual occidental, con todo lo que trae consigo. El multiculturalismo, la ideología de género y todos los subconjuntos del marxismo cultural no hacen más que replicar el modelo negrolegendario, aplicado esta vez al conjunto de nuestra cultura.
Como vemos, la leyenda negra no solo explica el declive del Imperio español, sino el de toda la cultura católica y del sur latino de Europa, explica el odio anticatólico y el anticlericalismo, y como fueron plantadas durante la Reforma las semillas de decadencia que ahora dan sus amargos frutos. También supone un adelanto del odio a la cultura occidental de la ideología woke y del progresismo en general y, por lo tanto, combatirla no solo es esencial para el renacimiento de España como nación respetada con presencia en el mundo, sino para la preservación de toda la Civilización cristiana aquejada por un terrible proceso de decadencia que amenaza con llevarse por delante todo aquello que amamos, dejando a nuestros hijos sin futuro.
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