José Manuel Bou Blanc
Existe un relato sobre el origen de los valencianos y de nuestro idioma generado por el nacionalismo catalán, el mismo que sostiene que Colón y la Mona Lisa eran catalanes, que catalanes fundaron Roma y Estados Unidos, o que existió la confederación catalano-aragonesa en lugar de la Corona de Aragón, desarrollado por catalanistas valencianos como Joan Fuster, tenido generalmente por cierto por instituciones y medios oficiales, pero igual de falso que las estrambóticas payasadas del “Institut de Nova Historia”. Ese relato se puede resumir en que los valencianos descendemos de los repobladores catalanes que vinieron con Jaume I y que, por tanto, el valenciano es el catalán que hablaban estos.
Lo primero que debemos comprender, para rebatir esa falsedad, es que cuando los moros conquistaron la península no exterminaron a toda la población cristiana hispano-romano-visigoda (aunque en algunos sitios lo intentaron) sino que estos permanecieron bajo dominio musulmán y fueron llamados mozarabes. Estos mozárabes seguían hablando latín, un latín cada vez más vulgarizado, que poco a poco fue transformándose en Valencia en lo que llamaban lengua romance o más concretamente “romanç valencia”, es decir, en el valenciano. También tenían sus propios rituales religiosos, porque cuando en Roma se implantó el rito tridentino gran parte de España, incluido el Reino de Valencia, estaba bajo dominio musulmán y los mozárabes no tuvieron conocimiento del mismo, de modo que mantenían sus rituales ancestrales y su misa. El día de San Vicente aún se celebran misas por rito mozárabe valenciano. Lo mismo ocurrió, por ejemplo en Toledo, en cuya catedral se celebra misa mozárabe una vez a la semana.
Otra cosa que debemos tener en cuenta es que Cataluña solo se convirtió en una potencia demográfica, económica, cultural, etc., dentro de España a partir del siglo XIX. En el siglo XVII Valencia aún tenía 4 veces más población que Barcelona y la diferencia aún era mayor en siglos anteriores.
En el momento de la reconquista de Valencia por Jaume I, Cataluña, como tal, no existe. Los condados de la Marca Hispánica son vasallos del Rey franco hasta el Tratado de Corbeil, 20 años después de la reconquista de Valencia. Dicha conquista es una campaña de la Corona de Aragón en la que participan algunos nobles catalanes como mercenarios. En aquellos momentos y durante los siglos siguientes en esos condados se hablaba una variedad del provenzal, su primera legislación se escribió en latín y sus primeros escritores utilizaban el provenzal literario. Entonces Valencia tenía mucha más población que Barcelona y el Reino de Valencia mucha más que los condados de la Marca Hispánica que luego serían Cataluña. No tiene sentido que una Cataluña inexistente política y culturalmente y mucho menos poblada que Valencia, aun descontando a los musulmanes de esta, pudiera traer un idioma que ni siquiera habían desarrollado todavía, a un territorio como digo, más poblado y de mayor importancia económica y cultural. Los cristianos valencianos bajo dominio musulmán, como decimos, los mozárabes, ya hablaban valenciano antes de la reconquista. El valenciano, pues, no deriva del catalán ni fue traído por los repobladores catalanes con posterioridad a la reconquista.
El valenciano tuvo el primer siglo de oro de las lenguas romances, antes del español y del italiano. El catalán no tuvo muestras literarias relevantes hasta el siglo XIX, 400 años después de que las tuviera el valenciano. Joanot Martorell, Ausias March y los demás escritores del siglo de oro valenciano llamaban valenciano y no catalán a la lengua en la que escribían. Es imposible que una lengua que tiene un siglo de oro derive o sea dialecto de otra que no tiene muestras literarias significativas hasta 300 o 400 años después. La tesis fusteriana, por tanto, no se sostiene histórica ni filológicamente, diga lo que diga una universidad politizada y degradada hasta extremos dignos de espanto.
Los valencianos siempre hemos tenido conciencia de hablar una lengua que no tenía que ver nada con el catalán. Cuando, en el siglo XIX, una burguesía catalana enriquecida con el tráfico de esclavos y, luego, con el comercio textil con América y con los aranceles al algodón extranjero, que convirtieron a toda España en un mercado cautivo de las algodoneras catalanas, se quiso inventar un nacionalismo para utilizarlo como arma reivindicativa a través del victimismo, ante la falta de base histórica, quiso robar la historia y la cultura valenciana y balear en un imperialismo antiespañol repugnante. Ya entonces los valencianos se opusieron a este intento. Blasco Ibáñez, por ejemplo, publicó un artículo titulado “La lepra catalana” cuyo título creo que lo dice todo.
El catalanismo es como el mal periodista que no deja que la verdad le estropee una buena noticia, ellos no dejan que la verdad ni la historia les estropee una buena teoría para justificar sus planes imperialistas sobre el Reino de Valencia y las islas Baleares en su proyecto separatista antiespañol.
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